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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Montoro

Que un individuo como Montoro sea investigado por sus posibles fechorías es noticia de alto valor. Suerte a 'ABC' y Chicote

Sigo con interés –¡Al fin!–, la investigación iniciada en ABC por las posibles malas artes prevaricadoras del exministro de Hacienda de Mariano Rajoy, Cristóbal Montoro. Una persecución intimidatoria intolerable contra un periodista, Javier Chicote, por parte de la cúpula de Hacienda en respuesta a una serie de informaciones contraria a los intereses de Montoro. Tengo un ejemplo parecido. Un escritor muy cercano a mí, en sus tiempos de colaborador de periódicos, de radios y televisiones, autor de libros y requerido conferenciante, ganaba mucho dinero. Lo ganaba con su esfuerzo. Y un día, y lo narro como me lo contó, en una conversación en el Club Siglo XXI mantenida con unos de los jefes de Inspección de Hacienda, don Antonio Aparicio, se quejó ante éste de la brutalidad del sistema impositivo que imperaba en España, especialmente, contra los que carecían de refugios tramposos fiscales. El jefe de Hacienda fue sincero. «Está usted haciendo el canelo. Lo que usted ingresa en Hacienda es intolerable. Invéntese una sociedad instrumental y seguirá pagando mucho, pero se ahorrará, al menos, un 15 por ciento de lo que ahora ingresa». Y mi amigo, ante notario, creó su sociedad instrumental. No obstante, al cabo de los ocho años, ya con sus ingresos en descenso, decidió pagar su IRPF personalmente, dejando sin actividad a la sociedad instrumental.

En la campaña electoral que llevó a Mariano Rajoy a la presidencia del Gobierno con mayoría absoluta, prometió reiteradamente que rebajaría la carga impositiva que padecían los trabajadores españoles, promesa especialmente dedicada a la clase media, la sufrida clase que mantiene en todas las sociedades libres el entretejido social de una nación libre. Fue su bandera electoral. «Bajada de los impuestos». Venció con holgada mayoría absoluta, y designó a Cristóbal Montoro, ministro de Hacienda. Una semana más tarde, subió los impuestos. No a los millonarios ni a los poseedores de sociedades o despachos confusos –el de Montoro, entre otros–, sino los que afectaban aún más a la economía de la clase media.

Mi amigo escribió varios artículos en los que acusaba a Rajoy de indolente y mentiroso, y a Montoro, de granuja. El despacho en el que Montoro tenía demostrados intereses y que estaba siendo investigado se libró, milagrosamente, de la curiosidad de la Agencia Tributaria. Tres meses más tarde me llamó para tomar una copa. «Me han anunciado una investigación de los últimos cinco años, porque el primero de ellos también entra en el plazo». Mi amigo, que había cumplido estrictamente con la Ley, contrató a un buen fiscalista. El asesor fiscal no se mostró optimista. «No es una cuestión técnica porque usted ha cumplido. Es una cuestión política, una venganza». En sus primeras conversaciones con la inspectora de Hacienda encargada del robo a mano armada –el poder es un arma–, la propia funcionaria le reconoció al asesor fiscal de mi amigo, que muchos escritores, músicos, y personajes más o menos famosos, habían sido investigados por sus sociedades instrumentales por un año. Y que los cinco años que habían establecido a su cliente era, sinceramente, una anomalía. El asesor fiscal le preguntó si percibiría comisiones de la cantidad sancionada, y ella, sin pudor alguno, respondió afirmativamente.

Es decir, que los inspectores de Hacienda perciben comisiones de las sanciones que imponen a los contribuyentes aunque éstos hayan cumplido con la Ley.

Entre las cinco investigaciones, aplicando el 15 por ciento diferencial de las sociedades instrumentales, mi amigo tuvo que ingresar 600.000 euros. A los tres meses, le comunicaron que se ampliaba la investigación dos años más. En total, siete años. 798.000 euros.

Que un individuo como Montoro sea investigado por sus posibles fechorías es noticia de alto valor. Suerte a ABC y Chicote.

A mi amigo no le quedó ni un euro. Hoy, estará expectante.