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GaleanaEdurne Uriarte

No hay manera de blanquearlo

Por si quedara alguna duda, son ellos mismos quienes nos recuerdan cada día que esto es solo un paso para proseguir el camino hacia la ruptura independentista

No hay quien pueda blanquear este acuerdo que dice Sánchez tener casi cerrado con nacionalistas y golpistas. Ni siquiera el presidente más mentiroso de nuestra democracia puede con esto, y eso que ha conseguido, al menos hasta cierto punto, colar tanto los indultos como los pactos con Bildu. De ahí que se crea invulnerable y confíe en que también podrá vender esto. Pero ni sus fans más fieles lo tienen claro esta vez. No hay más que seguir a El País y sus nerviosos editoriales pidiéndole que «lo explique».

Pues no va a haber manera de explicarlo. Sánchez sellará probablemente el acuerdo, pero inaugurará un mandato seriamente dañado en su legitimidad. Recodemos que la legitimidad se basa en la mayoría y se basa en la ley, y la segunda parte, la ley, sufre un tremendo varapalo con este acuerdo. Pero es que también la primera parte, la mayoría, sufre de lo lindo, porque es cierto que lo va a aprobar la mayoría del Congreso, pero en contra de la mayoría de la sociedad, como muestra ese 61,2 por ciento de españoles que pide nuevas elecciones, incluido un 39 por ciento de los votantes socialistas, según el Barómetro DYM de octubre.

No hay relato que consiga encubrir la obviedad de que todo esto se hace por la ambición de Sánchez de ser presidente. O que la presidencia de Sánchez nos va a costar a los españoles un tremendo vapuleo a nuestro Estado de derecho, en forma de ataque al Tribunal Supremo y a todas las instituciones que combatieron los delitos de los golpistas. Además de un debilitamiento de nuestro Estado de las Autonomías, en forma de creciente desconfianza ciudadana ante estos privilegios para las minorías que incumplen las normas.

Esto sí que es una ballena en la piscina, que diría Aitor Esteban, tan enorme, que hasta tiene asustada a una buena parte de los votantes del PNV. Dicen Sánchez y los suyos generosidad, reencuentro entre catalanes o estabilidad, y los españoles solo ven a la ballena, que tiene cara de Puigdemont, de Junqueras y de Otegi. Ven el chantaje y ven el intercambio de la destrucción del Estado de derecho a cambio de votos para ser presidente.

Y no hay segunda parte que permita salvar el relato, la parte de promesa de fin del conflicto nacionalista que adornará las mentiras de Sánchez. Porque es cierto que bastantes españoles podrían hasta tragar con esto si fuera a cambio de la llamada paz territorial. Pero no hay que ser experto en política para ver la obviedad de que este acuerdo refuerza al nacionalismo más radical, no solo en la legitimación de sus métodos violentos e ilegales, sino en el refuerzo de su discurso sobre lo que llaman conflicto. Y por si quedara alguna duda, son ellos mismos quienes nos recuerdan cada día que esto es solo un paso para proseguir el camino hacia la ruptura independentista.

El relato es tan imposible que Felipe González, Guerra y Page lo han cuestionado radicalmente, los dos primeros por dignidad personal y política, y Page, porque prepara su candidatura al poder en el PSOE y sabe que este acuerdo puede suponer el inicio del fin definitivo de Pedro Sánchez. Tan solo lo salva de momento el miedo de los cuadros socialistas a perder el poder, y el fanatismo de partido, fuerte entre los militantes. Veremos cómo nada Page hoy entre esas dos corrientes y el infumable acuerdo en ese Comité Federal en el que dice levantará la voz.