El Pacto bolivariano de «querido Pedro y querida Yolanda»
Otra legislatura más de «Sancheztein» conllevará más gasto público, más endeudamiento, más déficit y más presión fiscal e impuestos a los ciudadanos en general y a los empresarios en particular
Los empresarios están que «fuman en pipa», un dicho popular con el que suele definirse el estado de cabreo y contrariedad que embarga a quienes les pisan los callos, que es lo que viene haciendo contra ellos su «sanchidad» y «lady cohete» desde la legislatura pasada y pretenden seguir haciendo en la próxima si el delincuente de Waterloo así lo decide.
Con un desahogo propio de quien lleva en su ADN los genes de papá Calviño, un tipo muy descarado de la etapa de gobierno de Felipe González, su hija Nadia no podía ser menos e insiste en que los empresarios están encantados con Sánchez, que no quieren otro gobierno que no sea el suyo, como dijo en vísperas del 23-J, y que nadie como su jefe en Moncloa ha dado más estabilidad social y beneficios a sus negocios.
La realidad es que los empresarios, grandes, medianos, pequeños y autónomos en general, están hartos de la inseguridad jurídica y del infierno fiscal que sufren con este gobierno social-comunista que pretende prolongar cuatro años más su mala influencia «chavista» y su falta de empatía con los que generan progreso de verdad y empleo.
La amenaza de Repsol, la compañía del selectivo Ibex 35 que más impuestos paga al Estado, de dejar de invertir en España tras conocer la letra y música del pacto con ribetes bolivarianos entre «querido Pedro y querida Yolanda» para reeditar otro Ejecutivo Frankenstein la próxima legislatura, es la respuesta coherente de una empresa que se siente maltratada por el Gobierno después de decirle que el «impuestazo» a energéticas y bancos pasa de ser temporal a permanente.
Repsol advierte sobre una posible salida de emergencia, como podrían hacer otros empresarios, inversores y capitales, en busca de predios políticos alejados del populismo comunista que impregna el quehacer del «sanchismo», empeñado en insultar y contrariar a quienes sostienen la economía y crean puestos de trabajo productivos y no maquillados como los que engordan el sector público. Cosa que le echaron en cara los empresarios que conforman el Instituto de la Empresa Familiar en su reciente congreso y que agrupa a lo más granado del emprendimiento y los negocios de este país.
Un gobierno social-comunista liderado por un tipo sin escrúpulos como Sánchez y una indigente intelectual como Yolanda Díaz, proclives ambos a la cursilería, a la propaganda y a los eslóganes simplistas y pueriles entremezclados con disparates conceptuales, tenderá siempre a aprobar medidas populistas de menos trabajo y más salario y a criminalizar los beneficios empresariales sin reparar en las reinversiones de esas compañías para mejorar sus estructuras y generar más empleo y más industria.
Me pregunto, retóricamente, si el CEO de Repsol, Josu Jon Imaz, expresidente del PNV, estará de acuerdo con la posición de los actuales dirigentes del partido, favorables a investir a un presidente de Gobierno que castiga a una compañía con presencia y fuertes vínculos económicos e industriales en el País Vasco y cuyas decisiones son contraproducentes para los intereses de sus electores que casualmente suelen ser coincidentes en lo económico, mal que le pese a Ortúzar, con los del PP y del centroderecha españoles.
De lo que no hay duda es que otra legislatura más de «Sancheztein» conllevará más gasto público, más endeudamiento, más déficit y más presión fiscal e impuestos a los ciudadanos en general y a los empresarios en particular para pagar su fiesta y la de sus socios separatistas catalanes, cuya deuda autonómica terminará siendo condonada con el esfuerzo y bolsillo de todos los españoles.
De esa forma, amnistiados los golpistas y prometido un referéndum, «querido Pedro y querida Yolanda» podrán seguir utilizando los recursos públicos para sus impostadas y empalagosas «perfomances», para sus viajes en Falcon hasta para ir al baño, y decidiendo la suerte de una democracia, cada vez menos liberal y más chavista, y de una España cada día más dividida y enfrentada políticamente.