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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Parecía un vegetariano en un asador de chuletones

El lenguaje corporal de Sánchez en la jura de la Princesa denotaba la triste realidad de su traición en ciernes al orden constitucional

La mirada era huidiza, esquiva, dirigida a ratos a sus propios zapatos. Los hombros, encorvados. El rictus, como si estuviese en la consulta de espera del dentista aguardando una endodoncia sin anestesia. Entrando al Parlamento por la puerta noble, la que flanquean los venerables leones Daoíz y Velarde, recibió una palmadita de ánimo en la espalda del chaqué de parte de la presidenta del Congreso, su leal Armengol, como diciéndole al Líder Supremo: «Ánimo con este mal trago». Cuando los Reyes saludaban a las autoridades en el Salón de los Pasos Perdidos, el divo cuchicheaba y hacía risitas con Armengol, incapaces ambos de respetar el protocolo, pues no hay autoridad en España superior a Mi Persona.

El personaje no estaba cómodo en el solemne acto de la jura de la Princesa. Su deambular tristón lo denotaba. Parecía Xavi Hernández encerrado en el vestuario del Real Madrid, o un vegetariano en un asador de chuletones.

El lenguaje corporal de Sánchez en la jura de la Constitución de la heredera transmitía la realidad de su traición al orden constitucional. Digamos la verdad, seamos francos: mediaba un abismo entre lo que quería representar la monarquía con este acto y lo que está haciendo en la práctica el presidente del Gobierno en funciones, que ha aceptado ser rehén a cualquier precio de los peores enemigos de España.

Casi me extrañó que no sonasen risas en off, como en las comedietas de situación de antaño, cuando Sánchez prometió a la heredera «la lealtad, el respeto y el afecto del Gobierno». Y es que mientras el presidente en funciones pronunciaba tan sentidas palabras estaba sucediendo lo siguiente:

-Tres ministros del Gobierno se saltaban la jura, porque están abiertamente en contra de la Monarquía. Belarra e Irene Montero manifestaban que la Corona es «incompatible con la democracia» y que «el republicanismo es hoy». En efecto: si Sánchez fuese leal a la heredera, como proclamó, ya tendría que haberlas cesado.

-Los presidentes del País Vasco (PNV) y Cataluña (ERC), dos partidos que son socios preferentes de Sánchez, se negaron a asistir al acto, aunque constitucionalmente son los máximos representantes del Estado en sus comunidades. No fueron porque consideran que son superiores al resto de los españoles y porque rechazan la monarquía, por considerarla un obstáculo en su camino recto hacia la independencia (lo cual afortunadamente es cierto).

-Sánchez va a mantenerse en el poder tras perder las elecciones gracias a una coalición antiespañola con partidos separatistas: 57 de los diputados que le van a dar el Gobierno se negaron a asistir a la jura. Tres de sus socios preferentes, ERC, Bildu y BNG, publicaron para celebrar la ocasión un manifiesto titulado «Ni Monarquía. Ni Constitución». Estos son los aliados de un líder del PSOE que se niega a hablar con Vox y mira con repulsión al PP, pero que adula a Puigdemont a la sombra de un cartel elegíaco del golpe de 2017.

Media una profunda falla entre lo que se simbolizó con la jura de la Princesa de Asturias y lo que está haciendo Sánchez, que es desmontar desde dentro todo aquello que Leonor juró defender. El Rey lo dejó bien claro en su discurso: «La observancia de la ley, el respeto a la independencia y a la separación de poderes y la vigencia del Estado de derecho son los pilares esenciales de toda democracia representativa». Y precisamente todo eso es lo que está en liquidación por derribo por obra de un proyecto de autócrata.

Del resentimiento que acumuló durante toda la jornada de la jura se vengó a las diez de la noche, anunciando un acuerdo con ERC para la amnistía en el propio día de la gran celebración de la Corona a favor de la Constitución. Es su naturaleza.

No es de extrañar que deambulase azorado por los salones. Y es que lo que está haciendo es ya demasiado. Incluso para él.