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HorizonteRamón Pérez-Maura

El PSOE en la ultraizquierda

Aquí nos vamos a encontrar con que la consulta a las bases del PSOE va a avalar la coalición con quien sea –dado que no se pone más nombre que el de Sumar– y Sánchez es libre de pactar con el diablo. Quiero creer que el PSOE no sobrevivirá a este disparate

La trascendencia del día de hoy y la «Leonormanía» de la que hablan tantos ha ayudado a que la gravedad de lo ocurrido el pasado sábado en la sede del PSOE se vea rebajado en su trascendencia. Para cuando pase la celebración nacional que tiene lugar hoy –y que incomprensiblemente no fue declarada fiesta nacional por el Gobierno cuando fijó las de este año– surgirán otros asuntos que acaparen los titulares y el Comité Federal del PSOE estará en el olvido. Por cierto, cuando se fijaron las fiestas de este año ya se sabía cuándo cumplía 18 años la Princesa y por lo tanto se podría haber declarado día festivo. Unido al 1 de noviembre, otro macro puente. Eso sí que hubiera sido útil para distraer la atención. Apuesto a que Sánchez se arrepiente de no haber visto la jugada en su momento.

Lo más trascendental para mí del anuncio de Sánchez y de la aclamación de la inmensa mayoría de asistentes es que dio como única razón el impedir que pueda gobernar una coalición PP-Vox. Es verdaderamente increíble la degradación a la que ha llevado Sánchez al PSOE. Sólo un partido de ultraizquierda puede aliarse con los enemigos de la Constitución para impedir la llegada al Gobierno de dos partidos que les gustarán menos o mucho menos. Pero que en todo caso no son ultras ni anticonstitucionales más que en la florida imaginación de los sanchistas y aliados.

Lo más relevante de esta afirmación de Sánchez es que habrá que ver cómo se traduce en la justificación de la ley. Cómo se va a explicar en el preámbulo. Según los juristas ese preámbulo es determinante para poder avalar su constitucionalidad. Y aunque Conde Pumpido es capaz de sostener que la Constitución garantiza el que un tigre de Bengala es un animal de compañía, justificar la constitucionalidad de una ley hecha, según propia confesión, para que no gobiernen otros partidos legales parece difícilmente sostenible. Una cosa es ilegalizar partidos que defienden a grupos terroristas o a los partidos totalitarios como los comunistas –como se hace en democracias impecables como Estados Unidos– y otra muy distinta es cambiar la Constitución por la puerta de atrás para impedir gobernar al partido que gana las elecciones y con él al que queda en tercera posición.

Y ya, de que esto vaya a acercar a los independentistas al resto de España, ni digamos. Aquí nos vamos a encontrar con que la consulta a las bases del PSOE va a avalar la coalición con quien sea –dado que no se pone más nombre que el de Sumar– y Sánchez es libre de pactar con el diablo. Quiero creer que el PSOE no sobrevivirá a este disparate.