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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Las guerras de Gretita

Greta es partidaria –me apunto– de los aviones con pilas, ya sean cazas o bombarderos

Actualizada 01:30

Greta Thunberg es uno de mis ídolos. Me fascinan su naturalidad, su simpatía y su coherencia. Es una mujer muy cultivada. No recuerdo quién fue el que escribió que, cuando le decían que una persona estaba muy cultivada, se la figuraba con zanahorias, pimientos, tomates y lechugas brotando de sus orejas. Gretita es la prueba irrefutable de la estupidez que predomina en el mundo de hoy. Ha sido invitada a foros climáticos y ecológicos con jefes de Estado y primeros ministros de anfitriones. No me atrevo a asegurarlo, pero creo recordar que fue recibida por Su Santidad el Papa Francisco en la Santa Sede. Los mayores beneficiarios de la actividad de Greta no han sido los bosques, los mares, las selvas y el agujero en la capa de ozono, sino sus padres, que han montado un descomunal negocio en torno a las cínicas tonterías climáticas de su hija, gran derrochadora de queroseno. Pero en este mundo, también los tontos se cansan de serlo, y la cotización de Gretita había experimentado un notable descenso. Aprovechando el ataque de Hamás a Israel, y la respuesta contundente del Estado israelí al terrorismo de Hamás, Greta, como si fuera Yolanda Díaz, nuestra comunista cósmica y también gran derrochadora de queroseno, se ha manifestado como una experta en cuestiones bélicas. El discurso bélico de Greta Thunberg podría haberlo escrito en unos momentos de excesiva brillantez nuestra vicepresidente sumarita, pero intuyo que ni Yolanda Díaz es capaz de recolectar y distribuir tantas estupideces. «Usted tendrá el Premio Nobel, pero es un escritor, en mi opinión, del montón, y además, un grosero», le dijo una periodista a don Camilo José. Y don Camilo José, que no tenía ganas de rebajarse a discutir con la periodista progre, le respondió: «Y usted es, ha sido y será hasta que la diñe, tonta del culo». Y ella se enfadó bastante.

Greta ha sido entrevistada en la BBC. La BBC ya no es lo que era.

Y la BBC necesitaba ofrecer a su audiencia la opinión de Greta Thunberg respecto a la guerra en Gaza. A Greta no le afectan las mujeres y los niños decapitados por Hamás, ni las víctimas civiles de una guerra relámpago e inesperada. Tengo la sensación de que Greta está más cerca de Putin que de Zelenski, y más inmediata a Hamás que a Israel. Pero esto son conjeturas. Lo fundamental es conocer el profundo estudio y las resoluciones finales con las que Greta ha concluido sus exámenes bélicos. Repito que Yolanda Díaz, en un fin de semana brillante y generosamente descansada, podría haberlos asumido, pero no es el caso. Greta es partidaria –me apunto– de los aviones con pilas, ya sean cazas o bombarderos. Al uso de misiles biodegradables, a las granadas y explosivos veganos, a tanques y armamento sostenible, y lo más importante, a la prohibición con acatamiento internacional, de que las tropas a pie o blindadas de los ejércitos, no deterioren a su paso el medio ambiente.

Pónganse en situación. Yo, ya me he puesto.

El Ejército A está a punto de ocupar un reducto de resistencia del Ejército B. El reducto, desde que el Ejército B se defiende del acoso del Ejército A, está rodeado de rododendros en colorida floración. Lo lógico y normal en una guerra es que al Ejército A le importen un bledo los rododendros del Ejército B. En esa tesitura, triunfa la «Teoría Estratégica Thunberg». El coronel del Ejército A ordena el ataque final sobre el objetivo siempre que nuestros soldados no pisen los rododendros en flor que han plantado los del Ejército B.

Fallecen todos los contendientes, pero se salvan los rododendros.

Las guerras serían preciosas.

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