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GaleanaEdurne Uriarte

La heredera no es una ´influencer´

La autoridad es en buena medida una cuestión de percepción y de aceptación, y las revistas del corazón y el mundo de la moda no dan precisamente autoridad

No nos engañemos. A pesar de la gran imagen de la princesa Leonor y del éxito de su jura de la Constitución, la Monarquía se enfrenta a un futuro incierto. En España y en toda Europa. Y eso que las monarquías parlamentarias están entre las democracias más avanzadas del mundo. Año tras año lo confirman todas las clasificaciones internacionales: allí donde hay una monarquía parlamentaria hay una democracia de éxito. Y si nuestra democracia se deteriora, que así lo parece, no va a ser a causa de la Monarquía, sino a causa precisamente de quienes la atacan y de sus pactos contra nuestra Constitución.

Y, sin embargo, las monarquías parlamentarias europeas tienen un problema de imagen, también la nuestra, independentistas y extremistas aparte. Que tiene que ver con el rechazo a las tradiciones de una parte significativa de la población, con la exigencia de elección para todas las instituciones políticas, y, en tercer lugar, con su proceso de frivolización. Y es aquí, en este tercer problema, donde la princesa heredera podría liderar un cambio radical en la Monarquía, el que revierta ese proceso de frivolización que está desgastando a todas las monarquías europeas. Ese proceso en el que reyes y príncipes han sido convertidos en personajes de las revistas del corazón y en influencers de moda, al mismo nivel que modelos, actores, famosos, o protagonistas de realities y shows televisivos.

La moda, la televisión y las páginas del corazón dan popularidad, incluso mucha popularidad, y no necesariamente negativa. Pero una popularidad de doble filo, que acerca a los personajes a los ciudadanos, pero también los desgasta y los vulgariza. Y en el caso de los monarcas, coloca su papel de representación del Estado al nivel de las aventuras y desventuras de influencers y famosos. Las consecuencias son obvias para el Estado y para la Monarquía. La autoridad es en buena medida una cuestión de percepción y de aceptación, y las revistas del corazón y el mundo de la moda no dan precisamente autoridad. Al contrario, te la quitan.

La princesa heredera tiene además una gran oportunidad de impulsar este cambio por su condición de mujer, porque precisamente por eso, porque es mujer, este proceso de frivolización le afecta mucho más. Y ya ha empezado, con los innumerables artículos y reportajes sobre la belleza, el vestuario, los peinados o el estilo de la princesa. Un problema generalizado que deteriora la autoridad de todas las mujeres que acceden a la élite política, y que daña aún más a la heredera del trono: la representación del Estado convertida en un debate sobre los zapatos, el vestido o el aspecto físico de una mujer.

Cierto que este cambio radical no depende solo de la propia Monarquía, depende también de los medios de comunicación, que son libres para informar como quieran. Y no parece fácil cambiar ese concepto ya tan arraigado de la mezcla de famosos, actores, modelos y monarcas que tanto gusta a los medios. Y menos el del papel de las mujeres en ese mundo. Por eso me parece que este cambio es realmente radical, porque incluso en este siglo de transformación de las mujeres y de impresionantes avances en la igualdad, ellas siguen atrapadas en esas viejas imágenes. De ahí lo difícil y también lo necesario del cambio que puede impulsar la princesa Leonor.