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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

¿Recep Tayyip Sánchez?

Por desgracia, muchos no ven ya una manera jurídica o política de frenar el proceso de involución democrática que ha iniciado Sánchez

Todo está inventado. Ya ha sucedido varias veces. En un país con un sistema democrático –o cuasi democrático–, un político llega al poder de manera casi accidental. Pero una vez apalancado en la poltrona comienza a socavar las instituciones con ánimo de perpetuarse. Al principio el proceso es sutil, lento, disimulado. Pero llega un momento en que el mandatario acelera. Hasta que una mañana, sin haberse percatado mucho, los ciudadanos se desayunan con su democracia convertida en una autocracia de partido inamovible.

La historia anterior ha sucedido, por ejemplo, en Turquía. Recep Tayyip Erdogan manda desde 2003, primero como primer ministro y desde 2014 como presidente de la República con mando ejecutivo. Lo que ha hecho es voltear la Constitución y acogotar a jueces y medios de comunicación, hasta arribar a un sistema autoritario de hombre fuerte. Se conservan ciertos rasgos propios de las democracias, como unas elecciones municipales más o menos libres y limpias. Pero en la práctica todo está diseñado para que no se pueda sacar a Recep Tayyip del poder ni con agua caliente.

En España hay tres puntos de vista ante la maniobra que está llevando a cabo Sánchez con los separatistas:

1.-Los ciudadanos y tertulianos de izquierdas y/o nacionalistas creen que no pasa nada. Sánchez está en su perfecto derecho a montar lo que está montando. Con ello va a lograr solventar el endémico problema territorial de España, amén de poner coto a la llegada al poder de la temible «ultraderecha», que es el franquismo reencarnado. Alarmarse es una reacción histérica, agitada por una derecha que no acepta su derrota y una «derecha judicial» militante contra el «progresismo». Además, todo resulta perfectamente constitucional, como demostrarán las sentencias del TC de Cándido Conde-Pumpido. España se convertirá en lo que en realidad es: un estado «plurinacional», una «nación de naciones» maravillosamente «plural y diversa». Es el tiempo de la política y no el de la ley.

2.-Otros españoles piensan en cambio que Sánchez está reescribiendo la Constitución a traición, sin respetar los procedimientos previstos. Lo hace además al dictado de los separatistas, cuyo golpe de 2017 él mismo contribuyó a frenar. Su único móvil es que necesita los escaños independentistas para conservar el poder tras perder las elecciones. Para ello no le importa reescribir los principios del PSOE hasta extremos inimaginables. Va a acabar con la igualdad de todos los españoles, pues los catalanes gozarán de prebendas distintas, tanto económicas como legales. La amnistía es una aberración jurídica, pues supone que las leyes que nos obligan quedarán en suspenso en el caso de sus socios necesarios. Todo se hace además lisonjeando a un fugitivo de la justicia española y plegándose a sus más estrafalarios deseos. Aunque la imputación de Puigdemont en la causa de Tsunami por posibles delitos de terrorismo le puede complicar a Sánchez la amnistía, y por ende toda la operación.

La amenaza se amplía con unos crecientes rasgos autoritarios, como no atender a los medios contrarios a sus ideas, presionar y despreciar a los jueces, o no respetar el derecho a existir de fuerzas de la oposición ni la seguridad jurídica. Sánchez está diseñando un modelo que le garantice el gobierno perpetuo, sin alternancia (Pablo Iglesias, bocazas, pero a veces sincero precisamente por ello, lo delató a las claras hace un par de años: «La derecha no volverá a gobernar en este país»). El gran problema radica en que no se vislumbra una manera de frenar el plan de Sánchez por vías jurídico-políticas, pues al haber controlado el TC con sus peones todo se hará con marchamo de legalidad. Ese tramposo movimiento, el mismo mecanismo con que comenzó el chavismo, deja en principio sin margen de maniobra a Bruselas, la oposición y el Rey («símbolo de la unidad y permanencia de España», según la Carta Magna).

3.-El tercer tipo de españoles lo componen aquellos a los que todo lo anterior les resbala. Se incluyen aquí una mayoría de los jóvenes, que se informan por TikTok y no tienen ni flores de nada. También existen personas que están saturadas de disgustos y cansadas de la política. Prefieren directamente no saber. Otros viven contentos e indiferentes, bien sedados con la paguita, las cañitas, el Netflix, el fútbol y el finde. La política, el futuro de su país, no figura entre sus preocupaciones (hasta que el experimento socialista empiece a castigarles el bolsillo, momento en que despertarán tardíamente).

¿En que grupo se ubica usted? ¿Y en qué grupo ve a la mayoría de la gente con la que se relaciona cada día?

Todo indica que nos va a caer encima un Recep Tayyip Sánchez de libro. Pero la mitad de España todavía no quiere darse por enterada. Los países cosechan lo que se han buscado.