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El observadorFlorentino Portero

La democracia está en cuestión

Estamos ante el intento de establecer un régimen autoritario, disfrazado de democracia parlamentaria. Sólo así el Partido Socialista puede mantenerse en el Gobierno

Cuando los dirigentes europeos llegaron a la singular conclusión de que era tan urgente como necesario ampliar la Unión hacia los estados de los Balcanes Occidentales, Ucrania e, incluso, Georgia se abrió un intenso debate sobre la viabilidad y coste de esta idea, sin duda motivada por la preocupación de que acabaran cayendo bajo la influencia de Rusia y China. Se ha hablado de un coste económico desmedido, de la necesidad de arbitrar nuevos mecanismos en el siempre complejo proceso de toma de decisiones y, sobre todo, de la que quizás sea la mayor amenaza para la propia existencia de la Unión: el cuestionamiento de la democracia en distintos países y el auge de formaciones políticas antidemocráticas. Obvio es decir que si por alguna razón destacan los estados candidatos es por el escaso respeto al Estado de derecho. Su ingreso actuaría como la gasolina que derramáramos sobre el fuego, agravando un problema realmente serio.

Hay estados que no han llegado a la democracia por causas históricas fáciles de explicar. En otros casos asistimos al deterioro de la democracia allí donde parecía enraizada. Los maestros de la Ciencia Política nos explicaron hace décadas lo fácil que puede resultar quebrar una democracia desde el interior. Sus enemigos aprendieron de sus obras y vienen trabajando con criterio desde hace tiempo. Los efectos conjuntos de la Globalización y de la naciente Revolución Digital están alterando el statu quo de Postguerra, el «orden liberal» en su variante europea. Las consecuencias están a la vista. Los grandes partidos que han regido el Viejo Continente o desaparecen o pierden votantes ante nuevas formaciones, algunas de las cuales cuestionan la democracia tanto desde la derecha como desde la izquierda.

Lo que estamos viviendo en España no tiene mucho de singular, más allá de la personalidad de nuestro presidente en funciones –dejo a psicólogos y psiquiatras la precisa definición de su comportamiento–, una persona capaz de mentir pública y descaradamente una y otra vez, que no tiene reparo en afirmar categóricamente que algo es inconstitucional y proponerlo a continuación. Más allá de esto, lamentablemente, el que en España la democracia esté en peligro no es algo excepcional. Por mucho que desde determinados medios de propaganda se trate de ridiculizar a dirigentes políticos que alertan sobre este hecho, la triste realidad es que desde el Congreso de los Diputados se prepara una consciente violación de la Constitución, la politización de la Justicia y el asalto a nuestros patrimonios, entre otras barbaridades. Sí, España está viviendo, como otros países europeos, un cambio de Régimen. Tras la violación de la Constitución por el Partido Socialista podemos dar por herido de muerte el sistema político vigente desde 1978. Sin dos partidos mayoritarios comprometidos con el respeto a la Constitución el sistema político no es viable. Sí, es verdad, estamos ante el intento de establecer un régimen autoritario, disfrazado de democracia parlamentaria. Sólo así el Partido Socialista puede mantenerse en el Gobierno y no parece tener reparos en llevarse por delante la convivencia entre todos los españoles para lograrlo. Vuelve por sus fueros, anteponiendo, una vez más, sus intereses a los de la nación.

Una de las ideas que se vienen repitiendo desde que Michel y Von der Leyen plantearon la ampliación de la Unión Europea es la de dotar a la Comisión de facultades para garantizar el estricto respeto a la democracia. De otro modo se iría a una desnaturalización de la Unión, fase actual del proceso de integración europeo fundamentado precisamente en la superación de los radicalismos –nacionalistas y comunistas– y en la consolidación de la democracia. Hemos asistido al pulso entre la Comisión y dos estados importantes, Polonia y Hungría, por este tema. En breve España se situará en primera línea de los estados miembros en los que la democracia está abiertamente en cuestión desde el propio Parlamento, poniendo de nuevo a prueba la capacidad de las instituciones europeas para mantener la Unión como un espacio de libertad. No es una opción. O lo logra o será su fin.