Truño de 23 folios contra el Estado de derecho
No tenían que haberse molestado tanto los leguleyos del PSOE, cabe en dos frases: necesitamos los votos separatistas, así que al basurero con la Constitución
Durante los trágicos días de la pandemia, Sánchez nos encerró inconstitucionalmente y se instaló en nuestros televisores como si fuese una aplicación spam. En sus constantes Aló Presidente descubrimos que se trataba de un auténtico plomo oratorio. Cuando los periodistas –previamente filtrados por el régimen– le hacían una pregunta concreta, el presidente era incapaz de responder de manera clara y sucinta. Nos endilgaba unas chapas divagatorias de mega bostezo.
Como el sanchismo es ya un modelo de culto al líder, imagino que los gustos y mañas del gran timonel son imitadas por toda su organización. Por eso no resulta extraño que los leguleyos del Partido Socialista Obrero (ex) Español hayan necesitado 23 folios de hojarasca seudojurídica para componer su Proposición de Ley Orgánica de Amnistía. Pero pudieron ahorrarse el alarde grafomaníaco. El asunto era fácil de resumir, habría cabido en dos frases: necesitamos los votos de los separatistas para que Sánchez conserve el poder, así que al carajo con la Constitución.
El proyecto de Ley de Amnistía supone un importante truño. Pulveriza el Estado de derecho con un argumento central infame: las necesidades cortoplacistas de la política deben estar por encima de la ley. Ni más ni menos. Lo que nos vienen a decir esos 23 folios es que los principios constitucionales y las sentencias de los jueces deben quedar en suspenso cuando convenga a los intereses políticos puntuales. ¿Y quién decide esa conveniencia? Pues el autócrata de turno, en este caso, Sánchez.
Abundan en la Proposición de Ley de Amnistía los pasajes flipantes (o flipados). Por ejemplo, cuando se nos dice que para superar «las divisiones que siguen tensando las costuras de la sociedad» debe procederse a «una renuncia al ejercicio del ius puniendi». ¿Y qué designa ese elegante latinajo? Pues la potestad sancionadora del Estado, su poder punitivo. ¡Bravo! ¡Sensacional! Mi Persona y sus letrados acaban de eliminar sin despeinarse una de las columnas de toda civilización: el Estado no podrá aplicar sanciones. Bienvenidos a la anarquía.
Por supuesto tampoco faltan los habituales momentos de prosa orwelliana (ya saben, a partir de ahora lo negro es blanco, y viceversa), como cuando se nos asegura que «esta amnistía no puede interpretarse como un alejamiento del marco legal, muy al contrario». No se rían, que ya lo estoy haciendo yo...
El partido que se estremece todo el día en sus televisiones lamentando «la violencia» de las manifestaciones de Ferraz, propone que queden amnistiados «los actos de desobediencia, cualquiera que sea su naturaleza, desordenes públicos, atentado contra las autoridades y funcionarios públicos, resistencia u otros actos contra el orden y la paz pública», siempre que se hayan cometido en nombre de la noble causa del procés. Por lo tanto, los separatistas tienen bula para destrozar una ciudad, para acosar a cualquier servidor público o para fumarse las leyes españolas.
Tras leer esa maravilla llegamos al interesante capítulo de «exclusiones», los casos en los que según el PSOE no se podrá aplicar la amnistía en modo alguno. Y ahí se citan «delitos en cuya ejecución hubieran sido apreciada (…) discriminación por razones de sexo, edad, orientación o identidad sexual o de género». Es decir, y disculpen el ejemplo delirante, pero es que todo esto resulta psicodélico: si Puigdemont da un golpe sedicioso y proclama la República catalana, pelillos a la mar y perdón al canto; pero si además le hubiese dicho a una poli nacional española «Pili, ¡que bona estàs!», Puchi ya no podría ser amnistiado por grave ataque «de género».
Esta caricatura es acorde a la calidad del texto que ha presentado el PSOE, un bromazo seudojurídico, que por desgracia tendrá consecuencias amargas para España de salir adelante.
Con el acelerón final del bolivarismo sanchista, la ley se ha convertido en papel de fumar y el respeto a las instituciones se ha evaporado. Este lunes, la presidenta del Congreso, Armengol, tercera autoridad del Estado, compareció para anunciar la fecha de la investidura, una pura declaración institucional. Pero acabó aprovechando el lance para poner a parir a los partidos de la oposición que osan a criticar a su jefe. Para esta izquierda autoritaria o acatas el pensamiento único o eres un energúmeno echado al monte. O un paleto sin formación, como dice despectivo el literato nacionalista gallego Manolo «Riquiño» Rivas: los de las manifestaciones «no tienen cara de haber leído El Quijote».
El sábado que viene le van a faltar carriles a la Castellana para albergar a todos los ciudadanos que querrán manifestarse contra el flamante proyecto de autócrata, que será investido este jueves con todos sus laureles «progresistas» tras haber pagado el peaje de traicionar a España en el mostrador del separatismo supremacista.