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HorizonteRamón Pérez-Maura

Se están cociendo en su caldo

Veremos si a Reynders le resulta indiferente que un ministro del Reino de España le mienta con exhibición pública de sus falsedades

El pasado fin de semana hubo un incidente muy revelador en Málaga al que no se ha prestado suficiente atención. Allí era la cumbre del Partido Socialista Europeo, y Sánchez actuaba como anfitrión. Tras la dimisión esa misma semana del primer ministro portugués, Antonio Costa, el único socialista verdaderamente relevante que queda en Europa para acompañar a Sánchez en una reunión del PSE es el canciller alemán, Olaf Scholz. La reunión se celebró y los dos jefes de Gobierno mantuvieron una conversación a solas en el único edificio oficial de Málaga que está al mando de un socialista: la subdelegación del Gobierno en la ciudad. Cuánto más lógico hubiera sido reunirse en el ayuntamiento, pero cualquier cosa menos una foto con el exitoso alcalde Francisco de la Torre. Vade retro, Satana.

Corrió la voz por la ciudad de dónde estaba Sánchez y el pueblo corrió también. Pero a dos piernas y hasta el entorno de la subdelegación donde estuvieron más de una hora mentando, intolerablemente, a la madre de Pedro Sánchez que qué culpa tendrá. Lo malo no es eso. Lo peor es la imagen que se llevó el canciller alemán de su reunión con el presidente del Gobierno español. Durante largo rato la Policía no permitió la salida de ambos de la subdelegación porque ni con la seguridad que tiene Sánchez, equivalente a la del presidente de los Estados Unidos, si no es superior, podían garantizar su seguridad ante la magnitud de la protesta. Ante las explicaciones que debió dar Sánchez a su colega alemán, éste debió de irse preguntándose qué estará haciendo el presidente del Gobierno español para que haya este auge de «fascistas» en España.

El lunes por la noche corrió la voz en Gijón de que Sánchez estaba en la ciudad en una cumbre de la Presidencia europea. Desde hacía tres meses el Gobierno había hecho una reserva en el restaurante Auga en el puerto deportivo. Y alrededor del mismo había un importante despliegue policial. Espontáneamente cientos de personas se congregaron en los alrededores del restaurante y empezó una incesante cascada de insultos al presidente, de los que sólo cabe citar los menos humillantes para él «Sánchez, cabrón, fuera de Gijón» y «España no se vende». La realidad era que Sánchez ni estaba ni se le esperaba. Su presencia era un bulo, pero bastó y sobró para desatar la furia de los gijoneses en medio de la lluvia. Lo que allí se celebraba era en realidad el Consejo de Ministros de Transportes. Y me parece que se puede vincular con lo vivido en Málaga la semana pasada porque ustedes me dirán qué imagen se llevaron los 25 ministros de Transportes de otros países a los que su anfitriona española llevó a cenar tranquilamente y se encontraron con una manifestación espontánea. ¿Qué creen que dirán en casa de cómo está la cosa en España? Ésta es la estabilidad y el progreso que hay en nuestro país.

Yo creo que los problemas en España los tenemos que resolver los españoles, pero creo también que las instituciones europeas tienen que medir a España por exactamente el mismo rasero que se ha aplicado a Hungría y Polonia. Por eso llevo 24 horas pensando en una frase de la presentación de la Ley de Amnistía en rueda de prensa del ministro Bolaños. Compareció en solitario a presentarla y dijo que «hemos hecho…» la ley cuando hace unos días le dijo al Comisario de Justicia, Didier Reynders, cuando éste le pidió explicaciones de lo que se preparaba, que no tenía información alguna y que eso era cosa de los grupos parlamentarios. En España ya creemos que mentir es algo que no tiene consecuencias. Veremos si a Reynders le resulta indiferente que un ministro del Reino de España le mienta con exhibición pública de sus falsedades.