¿Qué oculta Sánchez?
No creo que su afán de seguir en Moncloa con las manos atadas y gobernándole el fugado de Waterloo merezca tanto ridículo. Seguramente hay más detrás
Es una pregunta inevitable: ¿qué oculta Sánchez? Aunque durante el debate manifestase con impostadas carcajadas su sorpresa ante Feijóo porque dijo que él no aceptaría la presidencia a cualquier precio, resulta exagerada, incluso en él, su tan costosa apuesta por mantenerse en Moncloa. El poco avispado Cerdán negociaba desde marzo en Waterloo. Lo ocultaron. He escrito repetidamente sobre la egolatría de Sánchez y su patología. Pero, incluso así, el desgaste que supone aceptarlo todo, con las amenazas de Nogueras y Rufián confirmándole, con luz y taquígrafos, que mandan ellos, a lo que Sánchez respondió con la mansedumbre de un corderito asustado, parece indicar que hay algo oculto detrás.
Sánchez ha demostrado reiteradamente que no tiene freno ni límites. Es un tipo que no cree en nada, que decide hacer y deshacer a su antojo vulnerando las normas. Un desvergonzado al que le importa un bledo perjudicar a su partido acaso propiciando su irrelevancia o desaparición, dañar la imagen exterior de España puede que sin posible vuelta atrás, dividir y enfrentar a los españoles como nunca desde la Transición, derribar los contrapesos esenciales en una democracia como la división de poderes, dinamitar la igualdad entre los españoles, chantajear –no sabemos si hasta el ahogamiento– a la Monarquía parlamentaria, y provocar la crisis más profunda del sistema desde el inicio de la democracia. Lo que ha conseguido, al final, es un Gobierno en el que estará atado y cuyas decisiones últimas dependerán de un mediador –otra vergüenza– que desde el extranjero tendrá un reloj que medirá, implacable, el tiempo que le queda.
Sánchez, de hecho, no gobernará los temas fundamentales que afectan al país como su unidad territorial o el respeto sin trampas a la ley que debe amparar a sus nacionales. Un país sin respeto a la ley, que afecta por igual a todos los ciudadanos, no es una democracia sino una autocracia intolerable en la UE. Seré ingenuo pero confío en que, por encima de los ojitos que le pueda poner doña Úrsula, y viceversa, Europa acabará conociendo a Sánchez y frenará su patológica actitud depredadora. Hay pruebas de que lo que ocurre en España no pasa inadvertido en Bruselas y medios europeos y norteamericanos lo denuncian cada vez más firmemente. Un presidente que sólo gobierna para los suyos e incluso se permite insultar a media España porque no piensa como él, es la antítesis de un demócrata.
El debate de investidura evidenció aspectos reseñables más allá de las actitudes de cada partido. Por ejemplo, el servilismo de la presidente del Congreso que apañó el discurrir de las sesiones a la voluntad de Sánchez. Que se está perpetrando un autogolpe de Estado aparece cada día en los medios, avalado por insignes juristas cuyos argumentos desprecia Moncloa. Pero cuando un diputado osa proclamarlo desde la tribuna, en este caso Abascal, la presidente anuncia que no constará en el «Diario de Sesiones». Hasta el Congreso, que es el templo de la palabra, no llega la libertad de expresión. No se trataba de insultos abominables sino de expresar una convicción. Aconsejo a Abascal que recurra ante Armengol y, de no atenderle, que acuda a los tribunales. Tiene el caso ganado. Y así empezaría a conocer la presidente que una arbitrariedad notoria no está amparada por sus altas funciones. Con más presidencias como la de Armengol no hubiesen quedado en la Historia infinidad de episodios que nos han llegado gracias al «Diario de Sesiones».
No comento la intervención de Patxi López sobre el caso ni su lamentable parlamento final. Hoy me siento misericordioso. Pronunció la palabra «inteligencia» que, a mi juicio, le cae tan lejos. Le aconsejo leer, aunque mi consejo sea inútil, Técnica del golpe de Estado, de Curzio Malaparte. Toda lectura suma.
Me pregunto: ¿qué oculta Sánchez? ¿Qué asuntos que le pueden perjudicar gravemente? No creo que su afán de seguir en Moncloa con las manos atadas y gobernándole el fugado de Waterloo merezca tanto ridículo. Seguramente hay más detrás. Pegasus robó 2,57 GB del móvil de Sánchez. Inmediatamente cambió la política exterior española respecto al Sahara enfrentándose con la posición de la ONU y sin contar con su Consejo de Ministros ni informando al Parlamento. Es posible que Sánchez al seguir en Moncloa quiera comprar su seguridad ante el que acaso, de conocerse, sería un gran escándalo.