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El astrolabioBieito Rubido

Últimas noticias sobre el periodismo español

El control de la comunicación que se ejerce desde el Gobierno es tan preocupante que conviene denunciarlo. En TVE, por ejemplo, llevan 48 horas llamando a Javier Milei «ultraderechista», cuando es un liberal de libro

Desde mi concepción liberal del periodismo, nunca me consideré revestido de autoridad alguna para dar lecciones a mis colegas y especialmente a quienes compiten conmigo. Es más, en ocasiones suelo aplicar la máxima de Napoleón –tan de moda ahora– según la cual, al enemigo, cuando se equivoca, conviene no distraerle. Ahora bien, el momento que vive España no admite quedarse al margen. El control de la comunicación que se ejerce desde el Gobierno es tan preocupante que conviene denunciarlo. En TVE, por ejemplo, llevan 48 horas llamando a Javier Milei «ultraderechista», cuando es un liberal de libro. Para este periodismo oficialista todos somos ultras menos la ultraizquierda. En algunas redacciones, en especial en canales públicos, se habla abiertamente de comisarios políticos que arengan a la redacción subidos a una mesa. El espíritu crítico del periodismo ha desaparecido. Solo impera la entrega a la trinchera ideológica. Milei no es un ultraderechista, sino un liberal radical. Es, sin duda, un personaje genuino, pero su país le ha otorgado una victoria arrolladora para que la alternancia democrática tenga una oportunidad y otra forma de hacer política bien distinta a la izquierda depredadora del kirchnerismo sea posible en una Argentina arruinada.

Más grave me parece el manto de silencio que cubre el caso del atentado al político Vidal-Quadras. Ya nadie habla de él. Este diario puede demostrar que tal vez hayamos sido los únicos que nos hemos ocupado de ese intento de asesinato. Se trata del fundador de un partido político, vicepresidente del Parlamento Europeo durante ocho años, una de las cabezas más lúcidas de la política española y un hombre valiente que ha querido dar la batalla contra el supremacismo fascistoide de los nacionalismos periféricos del País Vasco y Cataluña. Frente a ese silencio del intento de magnicidio, corren ríos de tinta y maratones televisivos sobre el huevo que cayó sobre la cabeza de Herminio Rufino, un diputado socialista de Teruel, a quien ayer colocó en el panteón de héroes socialistas ilustres el extraordinario artículo de Alfonso Ussía, tan oportuno y brillante como siempre. Más allá de la ironía, lo inquietante en la España de hoy es el silencio de los medios acerca del intento de asesinato de Vidal-Quadras el pasado 9 de noviembre, día en que se conocían los infames acuerdos del PSOE con Junts.

¿Y qué decir del caso del hijo de Conde-Pumpido? Ya nadie hurga en semejante escándalo, donde se espera a que sea el turno de la juez Durántez Gil, íntima amiga de la familia Conde-Pumpido, que le pone en libertad sin ningún tipo de cautela. Eso ocurre en el mismo país que dedicó medio mes al escandaloso beso de Rubiales a Jenni Hermoso y de la ley del «solo sí es sí».

El catálogo de hemiplejias morales del periodismo español es inmenso. Deténganse, por ejemplo, en el latrocinio de la familia Pujol. A ver a qué está esperando el juez Pedraz. Qué distinta vara de medir se registra entre cualquier caso de corrupción de la derecha española frente a los escándalos de los ERE andaluces o la organización criminal que puso en marcha el nada honorable Pujol y su progenie.

Ya nadie habla de la amnistía y de los acuerdos del PSOE con Junts. Unos acuerdos que van directamente contra la línea de flotación de la unidad de España. Por no hablar del secretismo del pacto con Bildu, que apenas si es investigado. Tenemos mucho trabajo por delante.

El periodismo en España está en peligro. Para atreverme a semejante afirmación recurro a san Agustín para decir que yo no soy en esta materia ni ingenuo ni prepotente. Todos tenemos una óptica desde la que miramos el mundo y así contamos lo que ocurre en él. Ahora bien, un punto de mesura, de equilibrio, de honestidad, se echa en falta, en especial si algunos medios se pagan con el dinero de todos los españoles. Eso puede explicar también el divorcio y alejamiento de las audiencias. En España, un país de 48 millones de habitantes apenas convoca 20 millones ante los medios informativos y con solo unos minutos de dedicación. El periodismo está en peligro y los que trabajamos en él tenemos mucha culpa. Pero, como muy bien escribió Benedetti, lo malo de la autocrítica es que los demás la creen.