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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

La maestra de la traición, Yolanda Díaz Pérez

Lloriquea de emoción en su toma de posesión tras laminarse al podemismo del rancho de Galapagar, a los que ha engañado como unos pipiolos

A su minúscula escala, Yolanda se ha incorporado a una estirpe que atraviesa los siglos, la del beso de Judas, la puñalada de Bruto a César, la alianza de La Malinche con Cortés o el giro felón de Fernando VII. Es decir: se ha revelado como una maestra de la traición.

A la vicepresidenta Díaz Pérez, de 52 tacos, se le escaparon las lágrimas dos veces en su discurso-merengue de toma de posesión, donde se presentó con las mechas bien desplegadas de las grandes ocasiones y un traje blanco de americana cruzada que no desmerecería en el armario de Tony Manero. La emoción embargaba a la entrañable servidora pública mientras peroraba sobre su familia y los grandes logros sociales igualitarios que están por venir («mejorar la vida de la gente», «proteger a los desfavorecidos»…). Es muy de los comunistas preconizar lo mejor para el género humano mientras practican lo peor para las personas de carne y hueso. O como señaló en su día el agudo ilustrado Constant de Rebecque, «quieren que el individuo sea esclavo para que pueblo sea libre».

Se emocionaba Yolanda citando a su padre «Suso» -de profesión, vivir del sindicato toda su vida- y a su hija «Carmeliña», que contemplaban arrobados a la lideresa (al marido delineante no le cayó cita jabonosa, ni estaba entre los invitados). Abusando de la inteligencia del respetable, la vicepresidenta agradeció a su progenitor el haberle enseñado a ser «una buena persona». Un bromazo, porque a estas alturas bondad y Díaz supone el perfecto oxímoron. Tal vez sea el político español que más cadáveres ha dejado en la cuneta en los últimos veinte años. Sonrisa forzada va, carantoña sobona viene; Yolanda ha engañado hasta a su sombra para trepar. En su paso por Podemos ha rebanado más cabezas que Uma Thurman en el Kill Bill de Tarantino.

Yolandiña traicionó a los de Izquierda Unida de Ferrol, cuando le advirtieron que en la logia local anidaba un pederasta. En lugar de hacerles caso, se llevó al pedófilo con ella de asesor a Santiago, donde la policía lo pilló in fraganti en un ordenado del Parlamento gallego.

Luego le clavó la faca al excéntrico patriarca nacionalista Beiras, gracias a cuyo apoyo había conseguido al fin un escaño de diputada autonómica tras dos costalazos épicos.

Ya en Madrid ha ofrecido un recital que no iguala ni Yago, el villano del Otelo de Shakespeare. Al percibir que Podemos era lo que chutaba, se dio de baja en Izquierda Unida y pelotilleó a saco a los hacendados de Galapagar.

Iglesias Turrión, demostrando que sus atracones de «Juego de tronos» botellín en mano no le han servido de mucho para calar a la gente, sucumbió a tantas risitas, achuchones afectuosos y pucheritos teatrales «progresistas». Pablo Manuel fue tan pipiolín que la eligió como sucesora cuando abandonó la política (o más bien cuando la política lo abandonó a él). Yolanda aceptó encantada la designación digital del barbado líder supremo, del mismo modo que la mega feminista Irene se aprovechó de su relación amorosa con el referido bípedo de sexo masculino para promocionar en política.

Pero Yolanda pronto olfateó que el podemismo cotizaba a la baja. Así que acuchilló a los hacendados de Galapagar y a su apósito (Belarra) para fundar un partido comunistoide pop a la medida de su guardarropa. La trepadora de Fene probablemente fabulaba incluso con ocupar el espacio del PSOE si Sánchez se la pegaba, aunque finalmente las muy extrañas elecciones de finales de julio cortaron esa vía. De lo contrario, tengan por seguro que también habría habido traición yolandista al PSOE.

Yolanda sigue chupando de la piragua, con su partido propio y cuatro ministros bajo su mando. Mientras Irene e Ione enfilan el paro obrero (aunque con una opípara paga de ex ministras, amén de que seguramente pronto les buscarán alguna buena canonjía para que no píen demasiado contra Mi Persona).

No nos perdemos nada con la purga de Ione e Irene. Es notorio que han sido la pareja calamidad. Pero todo este culebrón nos deja una moraleja: si un día se topa usted en cualquier lado con Yolanda Díaz y ella le dedica una sonrisa y le aplica un achuchón efusivo, corra presto a la correduría de seguros más cercada y suscriba una buena póliza de vida.

Esta tía, con su jijiji y su jajaja, tiene más peligro que los Ramones en un concierto de gregoriano.