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Post-itJorge Sanz Casillas

Goteras en el búnker del PSOE

Con su arrebato de sinceridad, Óscar Puente ha confirmado algo que ya sabíamos: que entre el honor y el dinero, lo segundo es lo primero

Necesitados de una buena noticia, que el magistrado del Constitucional Juan Carlos Campo se aparte de un recurso contra la amnistía es una victoria parcial de la honestidad. Que el ministro que firmó los indultos al procés defienda hoy lo mismo que hace solo unos meses indica que no todo está perdido.

Es una pequeña grieta en el búnker del PSOE, como la decisión del letrado mayor del Congreso de no firmar el informe que permite tramitar la ley de amnistía. No sabemos si no lo ha hecho por despiste, dejadez o por temor a responsabilidades penales (nadie quiere ser Carme Forcadell). Pero el caso es que no lo ha hecho, y ha dejado la sensación de que el Congreso opera a menudo con menos garantías que una junta de vecinos.

Contrastan estas pequeñas renuncias con la sinceridad de Óscar Puente, que reconoció por fin que la amnistía se pactó no por convencimiento, sino para salvar la investidura. Es decir, hemos visto a todo un ministro del Gobierno de España confirmando lo que ya sabíamos: que entre el honor y el dinero, lo segundo es lo primero. Viene bien esa franqueza tosca de Óscar Puente para derribar el relato bolañesco según el cual la amnistía se aprueba para favorecer la convivencia entre regiones, que es una ñoñería que sólo se cree el todoministro Félix.

A pesar de estas pequeñas goteras en el poder legislativo y el judicial (si es que no son ya lo mismo), todo parece indicar que la amnistía saldrá adelante sin mayor dificultad tanto en el parlamento como en los tribunales. Ningún diputado raso, ya sea manchego o extremeño, está en condiciones de renunciar a todo un escaño en Madrid. Cualquiera que haya salido por aquí tres noches, cualquiera que haya probado algunos de los restaurantes que circundan la Castellana, sabe que no hay muchas vidas mejores que esta. La lealtad al líder y la humana ambición de una cuenta corriente más saneada nos conduce a una votación ajustada pero suficiente, sin parlamentarios valientes ni atrapados en el ascensor del Congreso. A la espera de lo que digan la Unión Europea y el Constitucional, hemos de prepararnos para lo peor, que será ver a Puigdemont cruzando en avión los mismos Pirineos que atravesó una vez parapetado en un maletero. Y aguantar a su vuelta las lecciones de dos de los partidos más ladrones de toda Europa, como son la antigua Convergencia y el actual PSOE.