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Agua de timónCarmen Martínez Castro

Adiós, Irene, adiós

Irene, ante todo dignidad en la despedida. Hay que irse con la cabeza alta y sin hacer el ridículo. Pudisteis poner en la calle a Sánchez antes de que él os pusiera a vosotros. No os atrevisteis. Ahora sobran los pucheros

Adiós, Irene, adiós. Borra los pucheros y esa cara de adolescente a la que han dejado tirada a la puerta de un after; no hay motivo para ponerse así, la vida sigue. Acaso no te lo explicaron bien, pero los ministerios, salvo en el caso de Marlaska, no son vitalicios. No te lo tomes como algo personal. La inquina de Yolanda sí lo es, pero tendrás que admitir que la afición a las purgas es lo propio de la izquierda. Esta vez te ha tocado a ti; son cosas que pasan, pero no te disgustes.

¿Quién hubiera pensado que podrías llegar al gobierno con el odio como único bagaje profesional? ¿Quién hubiera apostado por que aguantaras cuatro años de despacho y coche oficial a base de chapuzas y escándalos? Nadie hubiera podido siquiera imaginarlo, pero ahí estás tú, Irene, tú lo has conseguido. Tú y tu inseparable Ione habéis logrado algo impensable, habéis dinamitado el famoso Principio de Peter. Las dos habéis llegado mucho más allá de vuestro nivel de incompetencia y ahí os habéis mantenido durante años. ¿Tiene o no tiene mérito? Yo creo que mucho.

No te enfades, Irene. Has llegado a nuestras vidas con gesto permanentemente malhumorado y te vas aún más irritada, sin valorar la bonita colección de recuerdos que los sufridos contribuyentes te hemos pagado en estos años. En las noches de invierno en Galapagar, al calor de la chimenea, tú y Pablo podréis hojear con los niños el álbum de vuestros momentos estelares en la política española: «Aquí era cuando gritábamos todos los borbones a los tiburones y aquí cuando le hicimos el escrache a Rosa Díez» «¿Te acuerdas? En esa acabábamos de purgar a Errejón», «Mira esta: ¡cómo llorábamos de emoción cuando echamos a Rajoy!». «¡Oh! El momento de la tarta, ¡qué buen rollo llevamos al ministerio y cómo nos lo chafaron una panda de jueces machirulos!». Y así podéis pasar las tardes de fin de semana. Cuatro años en el gobierno y diez en la política dan para mucha foto.

Créeme, Irene, no es momento para llorar sino para disfrutar con la satisfacción del deber cumplido. En Podemos lo habéis dado todo para convertirnos en un país tercemundista y casi lo conseguís. Es cierto que no habéis logrado liquidar el régimen del 78 pero lo habéis dejado muy tocado de ala. No habéis podido ni con la Monarquía ni con la Constitución, pero sí habéis acabado con la socialdemocracia en España y con la convivencia. Eso no es mérito menor. Sánchez os ha echado, sí, pero después de haberse convertido en vuestro alumno más aventajado. No hubo más que escucharle en su discurso de investidura; ni Pablo lo hubiera hecho con más saña.

Así es la política, Irene: tantos años dando la tabarra desde Podemos con el lawfare y se convierte en doctrina oficial justo cuando a vosotros os echan del gobierno. Siempre podrás decir aquello del Cid, que es una batalla más de las que habéis ganado después de muertos y muertas.

Irene, ante todo dignidad en la despedida. Hay que irse con la cabeza alta y sin hacer el ridículo. Pudisteis poner en la calle a Sánchez antes de que él os pusiera a vosotros. No os atrevisteis. Ahora sobran los pucheros.