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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Sánchez, el PSOE y la bandera española

Es de celebrar que ya no la oculten, pero el uso que intentan hacer de la enseña nacional resulta falsario: son el mejor amigo de los enemigos de España

Sánchez, que anda mustio y cabreado por las protestas contra sus abusos (¡cómo osan a criticar a Mi Persona!), organizó este domingo en una nave de Ifema un mitin de homenaje a sí mismo. Dado que se trata de un personaje que a día de hoy no puede pisar una tasca en toda España sin que le piten los oídos, lo de llenar el amplio recinto madrileño supuso una proeza logística para el PSOE. Fletaron docenas de autobuses para transportar a militantes de todo el país hasta el adulatorio. Una vez allí, les entregaron banderas españolas, a fin de intentar contrarrestar con una marejada rojigualda las acusaciones de felonía que reciben el PSOE y su líder.

Está muy bien que Sánchez se envuelva en la bandera española. Lástima que venga a ser como si Ulysses S. Grant enarbolase la sudista del general Lee. En este siglo no hay político español que se haya rendido al separatismo como Sánchez.

Celebramos que al PSOE se le pase la amnesia y recuerde de repente que España tiene una bandera, e incluso recurra a ella para purgar sus vergüenzas. Pero supone una impostura, pues hasta ahora en los actos del gran timonel no se veía una ni por equivocación (de hecho, había más arcoíris que nacionales). La alergia antiespañola del PSOE llegaba al extremo de que en los mítines de Sánchez en Cataluña y el País Vasco se cambiaba el lema de la lona que aparecía a espaldas del líder para evitar la palabra España. El eslogan «España avanza» se convertía en Barcelona en un «Catalunya avança», no fuese a ser que enunciar el nombre del país y utilizar el idioma español pudiese resultar ofensivo. Por supuesto en el mitin de cierre antes del 23-J no se vio ni una bandera nacional de esas que este domingo se volvieron obligadas.

Acostarse con Puigdemont, Junqueras, Ortuzar y Otegi es antagónico con enarbolar la bandera española. Lo que ha pasado aquí es muy fácil de resumir: el PSOE se ha convertido en el mejor amigo de los mayores enemigos de España. Sánchez, que tiene el poco educado hábito de tomar al pueblo por imbécil, llegó a asegurar en su mitin dominical que sus cesiones a los separatistas –amnistía para los golpistas, cuponazo catalán, «nación vasca», negociación en Ginebra con mediador, persecución a los jueces y desautorización del discurso del Rey de 2017– en realidad crean «un país más cohesionado y unido que nunca».

El argumento es tan disparatado, y el gesto de mala leche que afloraba a su rostro mientras lo exponía resultaba tan notorio, que la suma de ambos factores invitaba a pensar en una cuestión que cada vez se escucha más en las conversaciones políticas y privadas: ¿Qué pasa exactamente en la psique de este presidente? Muchos empiezan a sospechar que no es un asunto menor.