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GaleanaEdurne Uriarte

Hágase usted ultranacionalista

En la España socialista, para mejorar la convivencia, lo aconsejable es convertirse en un ultranacionalista antisistema

Ser demócrata y respetuoso con la ley es de imbéciles, mensaje principal a los españoles, aun más a vascos y catalanes, de los socialistas que se reúnen hoy con los golpistas en Ginebra para decidir sobre las leyes en España. Si usted quiere ser escuchado y respetado por el Gobierno, hágase ultranacionalista y golpista, sáltese las leyes, sea un xenófobo antiespañol, discrimine a los ciudadanos constitucionalistas, queme banderas nacionales y búrlese de España y los españoles. Así conseguirá que se siente el Gobierno con usted en Ginebra, que le trate como a un honorable jefe de Estado extranjero, y hasta le ponga verificadores internacionales. Y que el Gobierno atienda a sus exigencias y las plasme en sus decisiones y en las leyes que va a impulsar.

Y luego dirá el ejército de opinadores sanchistas que somos unos bronquistas y unos agitadores por decir que la democracia está en peligro, que el Estado de derecho está siendo atacado. ¿Desde cuándo el Gobierno de una democracia plena se sienta en el extranjero con golpistas condenados por el Tribunal Supremo y huidos de la justicia para decidir las leyes de esa democracia? Como no hay una respuesta democráticamente presentable a lo anterior, los opinadores sanchistas balbucean que es para acabar con el conflicto y mejorar la convivencia. Algo parecido a lo que dijeron con ETA, porque sí hay una democracia plena que ha hecho algo parecido antes, la de España precisamente, con Zapatero al frente y ETA.

Porque en la España socialista, para mejorar la convivencia, lo aconsejable es convertirse en un ultranacionalista antisistema, única manera de que te consideren parte de un conflicto, y así alcanzar la categoría de interlocutor para el Gobierno de socialistas y comunistas. Incluso puede hacerse terrorista, porque recibirá las simpatías de Sánchez, como ha comprobado Hamás, y, además, le sentarán también en Ginebra, en Oslo o en La Habana. Así, asesinando, pasaron a formar parte del conflicto y ser interlocutores del Gobierno ETA o las FARC colombianas. Lo de las FARC, eso sí, superó a lo de ETA, porque no solo consiguieron la impunidad total, sino que sentaron al Gobierno de Santos en La Habana, en el corazón de la dictadura comunista cubana. Por la sencilla razón de que los terroristas de las FARC eran más y asesinaban aún más, criterio para determinar el grado de interlocución con un Gobierno demócrata.

Ginebra, lo mismo que Oslo, es conocida por su disposición a facilitar el blanqueo de golpistas y terroristas varios, de otros países claro está, y siempre que no hayan asesinado a suizos y noruegos o no se hayan saltado las leyes de esos países. Eso sí, habría sido más acorde al evento la ciudad de Caracas, centro del movimiento internacional más exitoso de la extrema izquierda en estos últimos años, amigos del PSOE e ídolos de Sumar. Caracas simbolizaría aún mejor que Ginebra la sustancia de esta negociación: la alianza de la izquierda con la extrema izquierda y con los nacionalismos que cuestionan las bases de los sistemas democráticos. Porque no vale ser cualquier ultra para alcanzar los pactos de Ginebra o de La Habana, hay que ser el ultra adecuado, del gusto del socialismo.

Casi 50 años de democracia, y los ultranacionalistas siguen consiguiendo sus fines. De la mano del socialismo, ya indistinguible de la extrema izquierda y del nacionalismo.