Permiso
Doña Marisa, que, como tantos actores y actrices de nuestro cine subvencionado, ha vivido durante muchos años de los impuestos de los españoles, tendría que comportarse con mayor sentido de la buena educación en próximos fallecimientos de índole corporativa
Estoy intentando, sin éxito todavía, que alguien me facilite el número de teléfono de Marisa Paredes. Necesito con urgencia su permiso. Me explico. Ayer falleció en Madrid mi tío Gerardo Ussía Mendiluceguren, y sus sobrinos hemos decidido enterrarlo en Llodio, su localidad natal, después de una breve estancia en el tanatorio de la M-30 de Madrid, donde se oficiará una Misa de «corpore insepulto». El tercero de los apellidos de mi amado tío es López Urdampilleta, y el cuarto, Ayuso. Y por lógica, hemos deducido sus sobrinos, que muy probablemente nos hará una visita de pésame la presidenta de la Comunidad de Madrid Isabel Díaz Ayuso, por su posible parentesco con el finado. Pero necesitamos el permiso de Marisa Paredes, actual presidenta de CAVFTCA, Colectivo de Aceptación de Visitantes a Fallecidos en Tanatorios o Capillas Ardientes. Y no hay manera de localizar a doña Marisa. Unos me dicen que puede estar de copas –como tantos millones de españoles, incluyendo el que escribe–, o que, por caer en domingo, no haya acudido a la oficina. Nos preocupa que coincidan en el tanatorio Isabel Ayuso y la divertida actriz almodovariana, tan exigente y estricta en los derechos de admisión. Doña Marisa, no figura entre nuestras actrices preferidas, porque es la típica sobreactuada de nuestro cine subvencionado por nosotros mismos, pero los sobrinos sí sentimos cariño por doña Isabel, y no deseamos que doña Marisa intente expulsarla de la capilla ardiente de nuestro tío, que conquistó en 1974 el Campeonato Vascongado de Ingestión de Tintorro, celebrado en aquella ocasión en la preciosa localidad de Rentería, Guipúzcoa, venciendo por diecisiete vasos al subcampeón, el novillero de Amorebieta y dirigente de Herri Batasuma, Jon Idígoras, que en paz no descanse.
Porque tengo sabido que doña Marisa Paredes al advertir la presencia de doña Isabel Ayuso en la capilla ardiente de doña Concha Velasco, instalada en el Teatro de La Latina, soltó un alarido con el contenido que sigue: « Pero… ¿qué hace aquí la Ayuso? ¡Por Dios, fuera!».
Meses atrás, cuando doña Concha se desvanecía en una residencia de ancianos, solicitó conocer a Isabel Ayuso. Y se produjo la visita, y la popular actriz vallisoletana reconoció sentirse feliz por haber conocido a doña Isabel. De lo que no hay constancia en el libro de visitas de la residencia, es de un encuentro solicitado por doña Concha con doña Marisa Paredes, entre otros motivos, porque doña Marisa, actriz del montón, fuera de las cámaras y de las cejas, ha sido siempre un tostón de mujer. Una mujer que no desempeña bien su cargo en la CAVFTCA, porque institucionalmente, su deber es recibir con respeto y buena educación a cuantas personas acudan a un tanatorio. Doña Isabel, además, fue aplaudida, mientras que el jefe supremo de doña Marisa, Pedro Sánchez, se encontró con el abucheo de la ciudadanía que se acercó a dar el último homenaje a la actriz vallisoletana.
Doña Marisa, que, como tantos actores y actrices de nuestro cine subvencionado, ha vivido durante muchos años de los impuestos de los españoles, tendría que comportarse con mayor sentido de la buena educación en próximos fallecimientos de índole corporativa. Doña Isabel cuenta con el apoyo abrumadoramente mayoritario de los madrileños en las urnas, y pretender expulsarla del Teatro de La Latina, se me antoja una burda reacción por parte de doña Marisa, que eso sí, estaba sonriente y locuaz en la capilla ardiente. No obstante, los sobrinos de Gerardo Ussía deseamos sentirnos libres y seguros en el caso de que coincidan en el tanatorio de la M-30 doña Isabel y doña Marisa. Preferimos la visita de doña Isabel, y le deseamos a doña Marisa toda suerte de bienes y que el nuevo ministro de Cultura persista en la encomiable labor de seguir subvencionando las películas en las que participa con el dinero de los impuestos de todos los españoles.
No es complicado lo que intentamos, hasta ahora sin éxito, pero nos ha sido imposible localizar a doña Marisa.
Y nos sentimos consternados. Descansa en paz, tío Gerardo, aunque no hayas existido.