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HorizonteRamón Pérez-Maura

A cada cerdo le llega su San Martín

No fue Pedro Sánchez quien nombró vicepresidente del Gobierno a Yolanda Díaz. Fue Pablo Iglesias quien lo hizo. Sánchez e Iglesias no tenían un Gobierno de coalición sino uno de cuotas. Y cada uno mandaba en las suyas. Por eso fue Pablo Iglesias quien escogió a su sucesora dentro de la cuota podemita

Hace tiempo que contemplo anonadado la sonrisa de Yolanda Díaz. A todas horas tiene una risa leve en su cara y siempre está encantada de lo chupi guay que nos va a todos gracias a sus iniciativas que siempre tenemos que pagar los mismos. Ésta es una mujer que se ha caracterizado en su carrera política por ir traicionando a todos sus aliados. Y, como es lógico, a quien apuñalas suele moverse un poco antes de caer muerto en el suelo.

Eso exactamente es lo que ha ocurrido con Podemos. Recordemos que, en puridad, no fue Pedro Sánchez quien nombró vicepresidente del Gobierno a Yolanda Díaz. Fue Pablo Iglesias quien lo hizo. Sánchez e Iglesias no tenían un Gobierno de coalición, sino uno de cuotas. Y cada uno mandaba en las suyas. Por eso fue Pablo Iglesias quien escogió a su sucesora dentro de la cuota podemita. Y ahora ella ha cumplido con su forma habitual de actuar en política apuñalando a su mentor. Ha dejado a Podemos sin un solo cargo de la mínima relevancia en el Gobierno. Ni una dirección general. No les dejaron tomar la palabra ni un segundo ni en la fallida investidura de Núñez Feijóo ni en la de Sánchez.

Iglesias, que sigue siendo el único jefe verdadero en Podemos, no ha creído necesario hacer ninguna consulta a la militancia sobre la continuidad o salida de Podemos en el grupo parlamentario de Sumar. Hubo un tiempo en que les consultaba incluso sobre la conveniencia del chalé de Galapagar, lo que debía ser muy necesario para la buena gobernanza del partido, pero abandonar el grupo parlamentario es una cuestión técnica menor.

En estos días me he acordado mucho del comentario que me hizo el pasado 9 de agosto un viejo amigo que fue muchos años cronista parlamentario de ABC. En un mensaje telefónico me escribía: «Desde la noche de los tiempos sabemos que quien mató a Abel no fue el vecino, ni el enemigo, sino su hermano. ¿Pensáis que Pablo Iglesias (tiene 5 diputados) hará vicepresidente del Gobierno a quien le traicionó y mandó al paro a la madre de sus tres hijos?» Bueno, sí la ha hecho vicepresidente, pero por una cuestión estratégica: tiene mucho más poder ahora en el grupo mixto y con sus cinco votos siendo tan imprescindibles como los siete de Junts. Si se hubieran quedado todos fuera del Gobierno su entorno hoy sería un yermo collado.

La ruptura sin aviso y la fuga al grupo mixto es el movimiento agónico del apuñalado. Intenta demostrar que todavía está vivo y tiene capacidad de influir. Algo de capacidad tiene, desde luego. Pero discrepo radicalmente de quienes afirman que éste es un movimiento para frenar fugas. Yo creo que esto las acelerará. Porque con el BOE en la mano es mucho más fácil captar a cualquiera. Si la opción es seguir en Podemos sin sueldo y con perspectivas electorales muy pobres o aceptar un cargo gubernamental con buen salario, ya verán cuánto les dura a las bases la lealtad a Iglesias y sus delegadas Belarra y Montero.

El año que viene Podemos concurrirá en solitario a las elecciones europeas. Hará diez años desde su primer gran resultado, precisamente en esos comicios. Logró cinco escaños llegando de la nada. No acertó Pedro Arriola cuando describió aquella irrupción diciendo que «en todas las elecciones hay un friki». Pero sí hubiera dado en la diana si hubiese recurrido a nuestro refranero y proclamado «A cada cerdo le llega su San Martín». Y más en manos de Yolanda Díaz.