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Post-itJorge Sanz Casillas

Pedro se pone el chándal

Ha perdido tres de las cinco elecciones a las que se ha presentado y su debilidad es tan grande como el concepto que tiene de sí mismo

El pasado 14 de febrero, Día de los Enamorados, la Universidad de Colima (México) publicó un artículo en el que aseguraba que el enamoramiento tenía duraciones distintas dependiendo de si eres hombre o mujer. Sergio Adrián Montero, que así se llamaba el investigador, sostenía que las mariposas en el estómago le duran a la mujer de seis meses a tres años mientras que a los varones no le aguantan más de seis meses. Es entonces, me permito añadir, cuando a los detalles bonitos les sucede el hombre inapetente y en chándal, al que ya no le importa que su chica le vea comer con las manos.

Algo así le ha ocurrido a Pedro Sánchez, que se presentó a su entrevista con Susanna Griso con el interés justito por gustar. No llevaba puesto el chándal, porque es muy coqueto para sus cosas, pero como si lo tuviera.

Por un momento, como hacía Chávez, Sánchez le afeó a Susanna Griso su desempeño con José María Aznar hace solo unos días. «No podemos dar por válida la mentira, Susana», le dijo, y nos recordó por un momento a aquellos anuncios contra la droga que rodaba Maradona. Consejos vendo que para mí no tengo. La periodista aceptó el correctivo, e incluso terminó la conversación diciendo: «Presidente, muchísimas gracias, no sea tan caro de ver». A lo que Sánchez respondió: «Bueno, yo encantado de estar, lo que pasa es que tengo también otras tareas».

El presidente nos tiene tan vistos que ya no le quedan mariposas en el estómago. Ha perdido tres de las cinco elecciones a las que se ha presentado y su debilidad es tan grande como el concepto que tiene de sí mismo. Sus esfuerzos de seducción ya no se centran en la gente común, a la que tiene perdida, sino en todos aquellos satélites que nos gobiernan sin que nadie los haya votado. Estos son: en primer lugar Carles Puigdemont, que no está ni empadronado en España. Después iría Fernando Galindo, el verificador salvadoreño que viene a decirnos cómo aplicarnos la ley. Y le sigue por último Pablo Iglesias Turrión, actor inesperado que le ha quitado al Gobierno cinco escaños como cinco soles, encareciéndole un poquito más el alquiler de la Moncloa.

Al final, tanta soberanía nacional y tanta paridad para que todo se resuelva entre tres machotes que no aparecían ni en las papeletas del 23 de julio. Tiene mérito.