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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Y además todo es cutre, muy cutre

Anuncia su libro particular en la web monclovita, se lo escribe una enchufada en cargos públicos, le da fondos a su hermano en su chiringuito musical… no se corta

En las democracias al uso los mandatarios en activo no publican sus autobiografías mientras están en el poder. Las razones que los llevan a postergarlas hasta que llega su jubilación son dos. La primera es que la lógica indica que el balance debe hacerse con la obra gubernativa ya concluida. La segunda estriba en que dado que los libros se han de publicar con una editorial en concreto, si un presidente llega a un acuerdo contractual con una firma en cierto modo estará ligándose a ella, situación que vulnera su deber de imparcialidad para con las empresas. La situación se agrava cuando la compañía en cuestión tiene intereses en medios de comunicación (como es del caso de la empresa que le publica sus libros a Sánchez). Si el presidente los elige para sus memorias en cierto modo está comprando que los medios de esa casa lo miren de manera complaciente.

Pero por supuesto toda esa profilaxis democrática no rige con Mi Persona, que ha logrado culminar tal cúmulo de tropelías que se siente más allá del bien y del mal. Sánchez no solo ha publicado una autobiografía, sino que ya va por la segunda, y sin molestarse en escribir él mismo ninguna de las dos (se conoce que pilló la inercia con la tesis de corta y pega). Se las ha arrendado a una negra, la periodista Irene Lozano, a la que ha premiado por ello con diversos cargos públicos. Mientras escribió Manual de resistencia, el primera autobombo del Querido Líder, Lozano era secretaria de Estado de la España Global, un puesto que era una entelequia de mínimas atribuciones. Acabado el mamotreto biográfico, fue premiada con la presidencia del Consejo Superior de Deportes, materia de la que sabía tanto como yo del cultivo del champiñón en Bután, por lo que fracasó y aguantó solo un año en el cargo. No hay problema. El PSOE la enchufó de diputada en la Asamblea de Madrid. Acto seguido, nuevo libro del gran timonel, Tierra firme, y nuevo chollete a dedo para la negra: directora de la Casa Árabe, dependiente de Exteriores.

Todo se ha vuelto ya cutre, muy cutre. La presentación del libro, que es un asunto particular suyo, la ha promocionado en la web oficial de la Moncloa, mezclando lo público y lo privado, poniendo a la máquina gubernamental a trabajar para su ego. Para presentar la autobiografía que no ha escrito, el presidente narcisista elige a Jorge Javier, epítome de los lixiviados televisivos, un personaje que acabó resultando excesivo incluso para las anchas tragaderas de la tele-tómbola italiana. Catorce ministros bloquean sus agendas para asistir al acto editorial, porque estamos ya instalados en el culto al líder que distingue a los autócratas. Y una vez en materia, chistecillos (cutres) del presidente sobre el mediador salvadoreño de su rendición a Puchi. Qué divertido es reírse de los españoles.

El mismo día de la gran cita, El Debate revela que el presidente ha concedido fondos europeos a un chiringuito musical de la Diputación de Badajoz creado ad hoc para su hermano, un director de orquesta de nulo éxito. Nada nuevo, antes ya se había inventado una cargo público para su mejor amigo, Iñaki, un arquitecto sin trabajo que había tenido que emigrar, o enchufó como director de seguridad de la Sepi –puesto que tampoco existía– a un antiguo amigote del baloncesto, o convirtió a su mujer en una Complutense eminencia sin currículo alguno para ello.

Sánchez ya no se corta. Este lunes, cuando llegó a presentar su libro al Círculo de Bellas Artes de Madrid blindado por la habitual escolta de berlinas a lo Kim Jong Um, un grupo de ciudadanos lo abucheó con voces de «dictador». ¿Exageraban? ¿O el tiempo acabará dándoles la razón? Desde luego hay algo que empieza a estar claro: el personaje está cada vez más fuera de control.