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HorizonteRamón Pérez-Maura

Es el principio del fin

Escuchando a López, cuanto más invocaba su cumplimiento de la Constitución, más evidente era su mentira, más obvia la invocación de la santa constitución en vano

Actualizada 01:30

España vivió ayer una jornada parlamentaria que a mí, como a Núñez Feijóo, me pareció la más triste desde el 23F. Yo tenía entonces 14 años y estaba pasando un largo fin de semana en casa de unos amigos en Lymington, en el sur de Inglaterra. Eran los días cuando yo estaba interno en un colegio de benedictinos en aquel país. Recuerdo que el señor de la casa irrumpió en el salón y me dijo que acababa de oír en la BBC que etarras disfrazados de guardias civiles habían irrumpido en el Congreso de los Diputados. Aquel día España entera estuvo unida contra el golpe. Ayer la situación fue objetivamente peor. Ciertamente no se disparó un tiro y eso es una diferencia inmensa. Pero ayer el Gobierno estaba alineado con el golpe y el Rey no tenía forma de salir a denunciar al Gobierno. Y, sin duda ése es uno de los mayores defectos de nuestra Constitución como bien apunta el marqués de Laserna hoy en El Debate (Ilegal e injusto). El Rey, la única figura independiente del escenario político, debería tener la capacidad constitucional de disolver las Cortes y llamar a elecciones. Pero no es así.

El desprecio al Parlamento del presidente del Gobierno –incluso cuando la Cámara le da el respaldo a su grupo– es una muestra más de lo enferma que está esta democracia. No había nada fuera de España más importante de lo que lo era participar en el debate del que ayer huyó Sánchez. Y lo hizo por cobardía. Porque no es capaz de plantar cara a los argumentos de Núñez Feijóo y Abascal. Y prefirió soltar a una de sus mulas, López, que es la de argumentos más simplistas. Lo que en competencia con Óscar Puente ya es difícil. Tenemos dicho en estas páginas, evocando la expresión del embajador Perico de Arístegui, que López es «Tonto, tonto, tooooonto». Pero consigue algo muy difícil de lograr. Además de tonto es mala persona. Acusó al PP de ponerles en carteles con retratos, pretendiendo un paralelismo con lo que hacía ETA con sus víctimas potenciales. Argumentó que la amnistía no estaba en el programa electoral porque todavía no habían pactado. Pretendió convencer de que esto que han acordado los socialistas con Junts es lo mismo que Aznar pactó con Pujol. Reivindicó el aval del Constitucional que ellos han colonizado. Y en el colmo de la hipocresía afirmó que la Constitución no podía prohibir la amnistía porque venía de ella, pero hoy no prohibiría una nueva transición. ¿Transición de qué a qué? La Transición lo fue de una dictadura a la democracia. ¿Vivimos hoy una dictadura? Con argumentos así es casi imposible discutir que esto es el principio del fin del régimen constitucional de 1978.

El PSOE ha colonizado el Tribunal Constitucional y así es muy fácil reivindicar como hizo ayer López que será ese tribunal el que decida si la ley de amnistía es constitucional o no. Pero escuchando a López, cuanto más invocaba su cumplimiento de la Constitución, más evidente era su mentira, más obvia la invocación de la santa Constitución en vano.

Tanto Feijóo como Abascal hicieron dos buenas réplicas, pero por el bien de España hubiera sido mucho más inteligente coordinarse y, sobre todo, creo que no era la hora de que Abascal arremetiera contra Núñez Feijóo. Demostró así que miente el PSOE cuando habla del trabajo en equipo del PP y Vox. Pero quienes creen a Sánchez y López ya no van a escuchar ni a Abascal ni a Feijóo. Y quienes puedan estar reflexionando sobre su posición, no sé si se alegran de verlos lanzándose puñaladas.

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