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Enrique García-Máiquez

Lo necesitamos

¿Imaginan ustedes a ningún líder del PSOE pasado o presente mendigándole al PP que se haga fuerte porque le hace mucha falta?

Han causado estupor las tremulantes declaraciones de Juanma Moreno suplicándole al PSOE que vuelva a ser como era porque «lo necesitamos» [sic]. La actitud, en realidad, no es nueva y basta recordar a Feijóo presumiendo [sic] de haber votado a Felipe González en el 82. Circulan en las redes sociales varios memes recurrentes en que se ve al PP protegiendo al PSOE. Si el caso Juanma ha llamado la atención es por su indiscutible talento para el jipío.

Cuesta entenderlo. Por cinco razones. Ideológica, la primera. ¿El socialismo no es una doctrina errónea en lo filosófico y en lo económico? ¿Qué necesidad, pues, de qué error? En segundo lugar, es un error táctico, pues implica otorgar al PSOE la ventaja de que hasta el mismo PP lo necesite como el comer. ¿Imaginan ustedes a ningún líder del PSOE pasado o presente mendigándole al PP que se haga fuerte porque le hace mucha falta? En tercer lugar, está la (sin)razón hipócrita, que me aseguran que es la de Juanma. Él quiere a los votantes socialistas y entonces monta este teatrillo para ganarse sus votos, cual plañidera en un funeral. Error, porque refuerza al partido que quiere que dejen de votar. ¿Conciben a un PP rogando a Vox que se cuiden mucho, porque son imprescindibles? Ni por casualidad, ¿verdad? Todo lo contrario. Si lo pueden hundir, lo hunden. Y, sin embargo, resulta que Vox sí es necesario para que el PP gobierne en varios sitios fundamentales, como supo bien Moreno Bonilla.

La cuarta razón es histórica: los militantes de toda la vida del PP que se enfrentaron a cara de perro al rodillo felipista, ¿qué cara pondrán? La quinta, los jóvenes, que no podrán entender tantos miramientos con un partido que nos ha traído hasta aquí. Para quien las quiera comprender las cinco a la vez, recomiendo la explicación de D. Elio Gallego, que es la única plausible.

Nos enseña que tras las Cortes de Cádiz el allí llamado partido Liberal, heredero del espíritu de la Revolución Francesa, se descompone enseguida en el Partido Revolucionario, el Partido Progresista y el Partido Moderado. Con unos nombres u otros, estos tres partidos han existido en nuestras sucesivas democracias y hoy están representados por Sumar o Podemos, por el PSOE y por el PP, respectivamente. Éste último esconde una distorsión que ya explicó Jaime Balmes y sigue operativa: la masa social del Partido Moderado no es distinta de los que no son hijos de la revolución, aunque la cúpula sí es muy consciente de su origen.

Los votantes del PP, si no han asistido a la explicación del profesor Gallego, no dan crédito a sus oídos, pero se asombrarían menos si supiesen de qué polvos vienen estos lodos. El Partido Moderado, esto es, el PP, reconoce a sus primos hermanos. La sangre es más espesa que el agua y el parentesco sistémico de unos y de otros les solidariza. «A los tuyos, con razón o sin ella».

Los votantes del PP tienen tres opciones. Una es marcarse un Shakira: «Bruta, ciega, sordomuda, torpe, traste y testaruda, por ti me he convertido en una cosa que no hace otra cosa más que votarte». Otra es marcarse un Abascal, esto es, abandonar el Partido Moderado y buscarse otro que no sea un heredero vergonzante de la Revolución Francesa. Y la tercera es marcarse un Balmes, que consistiría en hacerle saber a la cúpula que no quieren ni necesitan más adulación a los socialistas de los ERE y de la corrupción y de la muerte de Montesquieu. Juanma Moreno dirá que el PSOE y tal, pero él a quien necesita de verdad es a sus votantes. Como éstos pongan pie en pared, se acabaron los guiñitos con el ojillo izquierdo.