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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Tríada oscura

La tríada oscura la padecen –o disfrutan– aquellos poderosos que reúnen en su misma persona tres patologías. El maquiavelismo, el narcisismo y la psicopatía

Actualizada 01:30

Un amable lector de El Debate, en los «Comentarios» a uno de mis artículos, me ha invitado a conocer los rasgos psicológicos de los poderosos más o menos relacionados, por estar inmersos en sus rasgos, acciones y costumbres, con la tríada oscura. La tríada oscura es el término psiquiátrico de aquellos que ordenan y mandan en la vida y los sentimientos de los demás desde el maquiavelismo, el narcisismo y la psicopatía.

Mis únicos y someros conocimientos de Medicina me vienen de mi querido amigo y compañero el doctor Gorroño, con el que tantos años compartí el mismo micrófono en el «Debate del estado de la nación» de Protagonistas, el gran programa de radio de Luis Del Olmo. Un micrófono, el mío, que era como el camarote de los Hermanos Marx, porque lo usaban simultáneamente el Marqués de Sotoancho, el mencionado doctor Félix Gorroño, el entrenador de fútbol Floro Recatado, gran estratega, el corresponsal de la Nicaragua sandinista Jeremías Aguirre, el ultracarroza Juan Pineda – al que Tip sorprendió un día en el Piano-Bar «La Ballena Cachonda»–, el reverendo padre Escolano, el pescador de fletanes Breogán Piñeiro y su esposa, «La Salmona», la tonadillera con voz de hombre Marifé de Camas, y el enviado de prensa especial del Rey de Marruecos a España, Mohamed Mustafá Ali-Kaidín. Pero ninguno de ellos sabía ni patata de psiquiatría y jamás me hablaron de la tríada oscura.

La tríada oscura la padecen –o disfrutan– aquellos poderosos que reúnen en su misma persona tres patologías. El maquiavelismo, el narcisismo y la psicopatía. Los tres rasgos, según los psiquiatras, que definen lo que calificamos en común como una mala persona.

Personas que, para mantener su poder, no dudan en manipular, traicionar, mentir, y saltarse cualquier principio ético con el único fin de conseguir sus más claros o nublados objetivos. Según los expertos, se trata de un patrón de conducta no patológico, y quienes lo presentan no tienen por qué estar enfermos o ser delincuentes, si bien, multitud de delincuentes de las altas esferas han alcanzado y mantenido sus espacios de poder gracias a la tríada oscura. Maquiavelos, narcisos y psicópatas.

En el maquiavelismo desarrollan sus carreras los cínicos, los que carecen de principios y valores, los manipuladores que usan a las personas de su entorno y colaboradores en la medida que éstos les promocionan, hasta llegar a ver a sus más íntimos y estrechos subordinados como simples instrumentos para lograr sus fines. Logrados y afirmados esos fines, aquellos que le ayudaron a conseguirlos se convierten en seres innecesarios y son depositados en la basura para siempre. Por lo tanto Cerdán, Pachi López, Simancas, Albares, Puente, Bolaños y compañía, ojo al dato.

El Narciso goza con su sentimiento de grandiosidad desmesurado, que en ocasiones es consecuencia de un inicial y turbador complejo de inferioridad. Disfrazado el complejo, el culto al «Yo» asciende como un cohete. «Yo, Mi Persona». Son, habitualmente, exhibicionistas de sus virtudes y encantos, y necesitan de la atención constante y admiración de su entorno. Si sus objetivos se tuercen, pueden acceder a la violencia, la ruptura de objetos al lanzarlos a las paredes, las broncas injustas, y los desprecios más acusados. Los narcisos con tríada oscura acostumbran a vestirse con ridiculez supina en pos de una elegancia que jamás han conocido.

Y los psicópatas son egoístas, dominantes, manipuladores, farsantes y sin empatía alguna hacia el sufrimiento humano. Violadores de reglas sociales y promesas dadas. Muy osados con el poder y muy cobardes cuando la tierra se mueve bajo sus pies o atisba que el poder se acerca a su fin. Para mantenerlo, está inmoralmente capacitado para pactar con lo peor para obtener lo mejor para él. Por un palacio gratis y un avión a la puerta, puede entregar un Estado.

Y a estas alturas de mi texto, me pregunto en quién habré estado pensando mientras lo escribía, y por mucho esfuerzo que hago no recuerdo su nombre, pero lo tengo en la punta de la lengua.

Cuando mi memoria se restablezca y salte de la punta de mi lengua, no tendré inconveniente de identificar al maquiavelo narciso y psicópata que sufre o disfruta –lo segundo– de la tríada oscura.

Por más que le doy vueltas a la cabeza… nada. La edad no perdona.

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