¿Telefónica de quién depende? Pues ya está
La fotografía real, la que cuenta: un Gobierno de socialistas y comunistas se hace con el control de la octava mayor empresa privada del Ibex. Sánchez SL avanza
España es ese curioso país donde se mira con lupa lo que hizo Franco hace setenta u ochenta años, incluso con unas leyes abusivas de «memoria» que vulneran la libertad de expresión y de cátedra; pero donde impera un velo de amnesia sobre nuestro pasado inmediato.
El lunes 4 de noviembre de 2019, seis días antes de las elecciones, se celebró un debate electoral. Sánchez prometió allí endurecer las leyes para frenar los envites separatistas y traer a España al fugitivo Puigdemont para que fuese juzgado. Los separatistas se soliviantaron y acusaron al candidato del PSOE de intentar interferir desde el Ejecutivo en el campo de la justicia.
Dos días más tarde, Sánchez concedió una entrevista en Radio Nacional, donde explicó que la Fiscalía General del Estado trabajaba en la activación de la Euroorden contra Puigdemont. El periodista le planteó entonces la polémica sobre el intervencionismo del Ejecutivo en el asunto. Y ahí llegó una frase ya clásica que delató la entraña de Mi Persona. «¿La Fiscalía de quién depende?», preguntó el presidente al periodista. El locutor de RNE respondió servil: «Del Gobierno». Y entonces Sánchez remachó muy ufano: «Pues ya está». Sin complejos: el fiscal general es un empleado mío.
¿Qué lectura podemos hacer hoy de todo aquello? Pues que Sánchez dijo aquel día una gran mentira y una gran verdad. La megatrola fue lo de que traería a Puigdemont, pues hoy el prófugo nos gobierna con su mando a distancia y el altivo presidente es su títere. La megaverdad es que, tal y como dijo aquel día, Sánchez utiliza a la Fiscalía como si fuese un departamento más de Ferraz. Pero no solo la Fiscalía.
Sánchez removió el consejo de Indra mano a mano con Prisa y puso al frente a un ejecutivo de la órbita del PSC. Sánchez colocó en Aena a otro del PSC. Sánchez situó en Renfe... han acertado, a otro afiliado más del PSC (en este país empieza a haber dos categorías de ciudadanos: los que somos tontos y los que tienen la dicha de ser catalanes).
A veces algunos periodistas de supuesto pensamiento de centroderecha me tachan de «apocalíptico» por comentar que veo a Sánchez dando pasos más propios de un autócrata que del presidente de una democracia liberal. Me sonrío ante tanta bondad de mis colegas. Conviene bajar del guindo:
Sánchez controla el TC, donde ha colocado a su exministro de Justicia y a una jurista que trabajaba con Bolaños en la Moncloa (en la práctica todo lo que él quiera pasará a a ser legal, como hizo en su día Chávez). Sánchez controla Correos (entre otras cosas, custodio del voto postal). Sánchez domina en Indra (multinacional embrión del gran grupo español de defensa y encargada de computar el voto electoral). Sánchez controla la televisión pública con un culto al líder como nunca antes. Sánchez controla la empresa estatal de encuestas con un apparatchick del PSOE, a fin de que publique sondeos manipulados a su favor. Sánchez controla la agencia pública de noticias con su exsecretario de Estado de Comunicación al frente. Sánchez persigue a los jueces independientes y castiga a los medios críticos, a los que de entrada no atiende. Y ahora da un paso más: ¿Telefónica de quién depende? Pues ya está.
Entiendo el punto de vista de quienes alegan que había que proteger la españolidad de la firma, porque es estratégica para nuestro país. Pero es que Sánchez no es un político normal. Sánchez tiene un plan: perpetuarse en el poder como sea. Podemos buscar eufemismos, pero la fotografía real es nítida: un Gobierno de socialistas y comunistas ha revertido la privatización de la mayor firma tecnológica privada española, octava compañía en capitalización del Ibex, que ahora pasará a depender de la Moncloa (operación que nos costará más de 2.000 millones y pagaremos todos, en un país que tiene un pufo cósmico en las arcas públicas gracias al despilfarro de la izquierda para comprar voluntades electorales). Sánchez podrá conocer tus comunicaciones, ¿por qué no? Y Sánchez podrá poner a trabajar al grupo mediático de Telefónica a su favor (o todavía más a su favor, porque ya sintoniza bastante con el obligado aroma «progresista»).
Estamos dando pasos claros hacia el ESCE (Estado Socialista Confederal Español). Las leyes del libre mercado y el Estado de derecho se respetan cada vez menos. Véase la nula ortodoxia con que se ha hecho esta operación desde el punto de vista de las reglas bursátiles. ¿Qué impide que algún miembro del Gobierno haya dado un soplillo a un familiar o amiguete en plan ‘oye, compra telefónicas que va a entrar la Sepi y se va a disparar la acción’, con los consiguientes beneficios jugosos en operaciones en corto?
El ambiente se nos pone caribeño, cada vez menos liberal y más socialista. Un experimento que siempre acaba igual: más pobreza y menos libertad. Para celebrarlo, el líder de la oposición le regala al aprendiz de autócrata una foto que le servirá para lavar la cara entre su reunión de hoy con Aragonés y la que va a tener pronto con Puigdemont. Feijóo acude a la llamada de aquel al que acusa de estar destrozando España y de «indecencia moral», no vaya a ser que le riña la izquierda mediática y política por no ir. Complejo de inferioridad ante el «progresismo» obligatorio. Una reunión que no servirá de nada, solo para que Sánchez intente torearlo. Y a lo mejor hasta con éxito.