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El puntalAntonio Jiménez

Pongamos que hablo de Jaén y del «Gordo»

A veces, el azar también sabe aliarse con la justicia para llevar esperanza e ilusión a los humildes de bolsillo como esa pareja que entre lágrimas celebraba la suerte de que a sus hijos, este año, no les faltarían los reyes

AEspaña no le ha tocado el «Gordo», que sólo está reservado para los socios de Sánchez, dijo Feijóo tras reunirse con él en el Congreso, y comentar los reiterados «noes» del presidente del Gobierno a sus propuestas para dejar de satisfacer a sus aliados separatistas y bilduetarras y volver al redil constitucional. A mí tampoco me tocó pero por poco.

A la misma hora en que comparecía ante la prensa el líder del PP, los niños de San Ildefonso cantaban el 88.008 y llevaban la alegría a miles de españoles, entre otros, a mis paisanos de Jaén que nunca fueron agraciados, en su capital, por el premio más deseado del sorteo de Navidad.

Cayó en Jaén y precisamente en una de las administraciones afortunadas compré, dos días antes, varios décimos, pero ninguno del 88.008, número feísimo a priori, y guapísimo y hermosísimo a posteriori de que saliera del bombo acompañado de la cantinela de los 4 millones de euros de premio.

En mi descargo diré que fue la lotera la que me eligió los números. Es evidente que me los dio con la vista distraída y la mano tonta.

Puedo afirmar con satisfacción, sin embargo, que nunca antes me había pasado el «Gordo» tan cerca de la femoral hasta casi atropellarme con sus cientos de miles de euros y siempre me quedará el consuelo de creer que este año, coincidiendo con mi estancia en la capital para recoger un galardón que me entregaron mis queridos compañeros de Cope Jaén, en algo colaboré para que la diosa Fortuna se diera un garbeo por una provincia secularmente olvidada por los poderes públicos.

Por ello, tal y como dije en mis palabras de agradecimiento, me alegro tanto de los avances cuando se producen y de las buenas noticias sobre Jaén, como esta de la lotería repartiendo millones de euros, como lamento el ninguneo y poca atención que las administraciones públicas han prestado a mis predios de procedencia excluyéndolos de la Alta Velocidad, privándolos de proyectos importantes para su desarrollo o ralentizando durante decenas de años la vertebración entre la capital y su extremo nororiental hasta el límite con Albacete mediante una carretera que no termina nunca de desdoblarse. El Escorial tardaron menos en levantarlo.

Jaén tiene el mejor AOVE, aceite de oliva virgen extra, del mundo en cantidad y calidad. Dios distinguió a su territorio con unos parajes naturales dignos de ese paraíso interior que ofrece a sus visitantes donde el Guadalquivir y el Segura se hacen ríos entre pinares y olivares. Dos ciudades Patrimonio de la Humanidad como Úbeda y Baeza. La capital presume de una catedral imponente y cuenta con el mayor número de restaurantes con estrellas Michelin por metro cuadrado de España. Falta más compromiso político con Jaén y se echaba en falta una alegría extra como la deparada este 22 de diciembre de 2023 por la lotería de Navidad repartiendo millones de euros entre la capital y la provincia.

Me alegro por mis paisanos y por mi tierra y ojalá que todo esto sea un indicio de que la suerte ha cambiado de bando para aliarse con una provincia que la necesita y mucho. De las imágenes de alegría y euforia que todos los años nos brindan los afortunados del sorteo de la Navidad me quedo con aquellas que identifican perfectamente a las personas que más necesitaban los ingresos sobrevenidos que procura la lotería. A veces, el azar también sabe aliarse con la justicia para llevar esperanza e ilusión a los humildes de bolsillo como esa pareja que entre lágrimas celebraba la suerte de que a sus hijos, este año, no les faltarían los reyes. Pequeñas historias humanas de un sorteo que en esta edición ha tenido como protagonista a un «Gordo» tardón y remolón, el más tardío de su historia, y que se ha paseado también felizmente y por vez primera por una capital olvidada como Jaén donde más de uno exclamó eso de «mejor tarde que nunca» y «ya era hora de que se te viera por aquí».