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Cosas que pasanAlfonso Ussía

La heroína

La acción heroica, reconocida por ella misma en una escueta frase. «Víctor y yo nos casamos en Gibraltar para tocarle un poco los cojones al Régimen». Impresionante gesta

A sabiendas de que no puedo considerarme un héroe, al menos asumo considerarme inmerso en el numeroso grupo del valor supuesto y reconocer mi admiración por los compatriotas heroicos de valentía demostrada. No hurgo en mi memoria hechos de heroísmo por motivos de salud. Me han recomendado que evite toda suerte de emociones. Pero no puedo pasar de largo ante nuevas e inesperadas gestas rebosadas de temeridad, brío, arrojo y valor. Y más aún, si la gallardía, el riesgo de morir por no renunciar a la entereza, viene de una mujer. Una mujer valiente, una heroína, dobla en mérito al hombre que arriesga su vida por una causa.

Me refiero a la actriz y cantante Ana Belén.

Su esposo, el trovador asturiano Víctor Manuel, tuvo sus momentos de debilidad durante el régimen franquista. Su elogiosa canción dedicada al Generalísimo no resulto digna de figurar en los anales del heroísmo. En nuestra Historia las heroínas resplandecen. Agustina de Aragón, María de Molina, Catalina de Erauso, también conocida como la Monja Alférez, Manuela Malasaña… Y en la ficción, Lola la Piconera, protagonista de la obra teatral de don José María Pemán Cuando las Cortes de Cádiz.

Con las bombas que tiran
Los fanfarrones,
Se hacen las gaditanas
Tirabuzones.

Sin olvidar, a pesar del destrozo que hizo de su figura Marisol interpretándola en una película, a Mariana Pineda. Y héroe fue don Francisco de Asís, casándose con la Reina Isabel II, pechugona y ardiente, fuego inextinguible, volcán grandioso.

Pero lo de Ana Belén supera a todas ellas, juntas o por separado.

No lo sabíamos, y ha sido ella la que ha reconocido su hazaña.

Resulta que Ana Belén, niña prodigio heredera de Marisol, y el cantante del Régimen, Víctor Manuel, se conocieron, se miraron, hicieron piesecitos en un banco del parque del Buen Retiro, y decidieron contraer matrimonio. Hasta el momento, nada heroico a comentar. Durante el noviazgo, Ana Belén le hizo ver a su amado que su canción a Franco se olvidaría con la militancia en el Partido Comunista. A partir de aquello, les llovieron a uno y otra los contratos de conciertos y películas. A él le faltaba voz y a ella le sobraban dientes, pero pelillos a la mar.

Y aquí viene lo bueno. La acción heroica, reconocida por ella misma en una escueta frase. «Víctor y yo nos casamos en Gibraltar para tocarle un poco los cojones al Régimen». Impresionante gesta. El Régimen quedó alelado, sin reacción ni respuesta. Cuando se enteró el Jefe del Estado, entró en profunda depresión y doña Carmen, para no contagiar la tristeza a su familia, se desahogaba de la pena paseando en soledad por los jardines de El Pardo.

En Gibraltar, una mona del Peñon, llamada «Dorothy», celosa de los dientes de la novia, intentó causarle daño, resbaló en una piedra húmeda y se despeñó, falleciendo en el acto. El ministro principal de Gibraltar, Sir Joshua Hassan, con la autorización del general jefe de la Colonia, Sir Ferdinand Himmself-Parva, decretó secreto oficial el fallecimiento de la apreciada mona.

Y el Régimen de Franco tardó en recuperar su estabilidad emocional.

Disfrutado el viaje de novios, la feliz pareja retornó a Madrid sin experimentar ningún tipo de contratiempo. Ana Belén salvó la vida de milagro.

¡Gloria y honor a la gran heroína!