Oscuridades europeas
Europa avanza. Hacia la pérdida de sentido, en su caso judeocristiano y grecolatino
Es el caso que un Urtasun, ministro de Cultura por lo visto, ha encabezado una importante negociación en Europa. O eso vende Moncloa agitando el pomposo nombre con orgullo: Reglamento Europeo de Libertad de Medios de Comunicación. Mi experiencia eurodiputil, y una natural desconfianza, me alertan ante títulos tan rotundos, y suelo comprobar si alguno de sus términos es cierto. El estado embrionario de la burra que nos van a vender me obliga a operar esta vez a la inversa. Hay una palabra central con toda seguridad falsa: libertad. Aventuro que veremos nacer un Reglamento Europeo por el Control Gubernamental de los Medios de Comunicación Contrarios a las Ideítas Woke (RECGMCCIW, familiarmente recagüen). Por mor de recagüen, van a ver ustedes cómo los gobiernos podrán censurar, algo hasta ahora en manos de los jueces y siempre desde la interpretación más favorable a la libertad de prensa y de opinión. Bastará con invocar un par de espíritus, al modo de los sacerdotes babilónicos o egipcios, iniciadores de una tradición inmortal: el temor a lo sagrado. Apartada la religión verdadera, hechizos como el que sigue bastarán para conculcar principios fundacionales civilmente sagrados: se prevé «empoderar a los ciudadanos y construir democracias más resilientes en toda la Unión Europea».
Comprenderé que algunos lectores no me crean. Pero no todo el mundo lee El Debate, a mucha gente todavía se la engaña soltando en una misma frase «empoderar» y «resiliente». Del mismo modo que a nosotros esos términos nos provocan, ya un inicio de descomposición con correntía, ya una furia ciega que solo calma la poesía mística castellana, al vulgo esas palabras mágicas lo sumen en una muelle y pasajera nube de algodón dulce, y se dicen: «¡Yo siempre con el ‘pogreso’!» Para los que aún no me crean, pues viven en la fantasía de que todo el mundo razona y reacciona como un sapiens sapiens, la frase viene en la página oficial del Gobierno de España. Como fuere, de cara a empoderarnos para que la democracia sea más resiliente, Urtasun ha actuado por fin. Le avalan su negativa a condenar el pogromo del 7 de octubre, su fobia a la tauromaquia y su disposición a trocear el Museo del Prado (quizá como sanción por exhibir tantas violaciones, según denunció el crítico de arte de Lo País).
Europa avanza. Hacia la pérdida de sentido, en su caso judeocristiano y grecolatino. El personal no sabe qué significan las doce estrellas, lo omiten desde la Wikipedia hasta la mismísima web oficial de la UE: «Las estrellas representan los ideales de unidad, solidaridad y armonía entre los pueblos de Europa» –afirma. Primero, si no va la libertad por delante, no quiero listas. Segundo, la UE miente: las doce estrellas representan el halo de la Virgen María según su diseñador, que se inspiró en Apocalipsis 12: «Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol. Con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas». Toma empoderamiento.