Sobredosis de tontería
El año se ha cerrado con un ejemplo más de la afición compulsiva del actual Gobierno a las formas de bobería más cursis y ramplonas
Se va 2023. El año de ChatGPT, que ya se encarga de hacerles los deberes a los chavales –y cada vez a más periodistas–, y el de la milagrosa pastilla adelgazante danesa, que ha dejado en el chasis a muchos aficionados al buen yantar. El año también de las penosas guerras de Ucrania y Gaza. Y en España, sin duda el año de la consagración de la tontería política.
Entre otros males del sanchismo, uno del que se habla poco es su adicción a la bobería y la cursilada. Cada día, nuestros «ministros y ministras» dicen y hacen estupideces, que se aceptan sin pasarlas ni un instante por el cedazo del sentido común.
El año político se cerró con los relevos en el Ministerio de Economía. Supuso un perfecto ejemplo del gusto por la tontería y la ñoñería que nos asola. El nuevo ministro se fue a prometer el cargo ante el Rey en playeras (ya puestos, quizá estaría más cómodo en chándal). La vicepresidenta María Jesús Montero abusó de nuestra inteligencia una vez más con unas ridículas declaraciones sobre hombres y mujeres. Y Nadia Calviño se despidió diciendo de sí misma que ha hecho «historia», cuando en su etapa se ha desplomado el poder adquisitivo de los españoles, la pobreza ha aumentado y por supuesto seguimos siendo líderes de desempleo y paro juvenil.
El hecho de que María Jesús Montero sea la vicepresidenta primera en un país del nivel de España, la responsable de su Hacienda pública y la número dos del partido que gobierna da idea del descenso abisal de nuestra política.
Montero es una médico sevillana que ni tocó el fonendoscopio. Enseguida se enroló en la que por entonces era la mayor agencia de colocación de Andalucía, el PSOE, y fue enlazando cargos en la gestión hospitalaria. Hasta que le llegó el premio: entre 2004 y 2013 ejerció de consejera de Sanidad en la Junta del cenagal de los ERE (¡diez años en el cargo!). Sin tener formación económica, ni capacidad siquiera para hablar de manera articulada, en 2013 aquel paquete llamado Susana Díaz la promovió a consejera de Hacienda de la Junta.
Completando el bromazo, Sánchez la eligió en 2018 como ministra de Hacienda y portavoz. Es decir: nuestras cuentas públicas están desde entonces en manos de una aficionada, que además es incapaz de explicar de manera ordenada el argumento más nimio.
Marisu se limita a aplicar brasa fiscal a las clases medias y a «los ricos» –que para el PSOE ya son lo mismo– y a engordar con una alegría exuberante el globo de la deuda. Si el pasado 23-J hubiese caído Sánchez, a estas horas estaría destapándose el descomunal pufo oculto de nuestras arcas públicas (Zapatero le dejó en su día a Rajoy un agujero escondido bajo la alfombra de 25.000 millones).
Marisu, promocionada por la gracia de Mi Persona a vicepresidenta primera, estaba muy contenta en el intercambio de cartera entre Nadia y su sucesor. Se tronchaba. Como si gobernar España fuese el circo de Gaby, Fofó y Miliki, proclamaba jocosa: «¡Esto va a salir muy bien!». Ya metida en danza, gustándose, se lanzó a un azucarado elogio de la complicidad de las vicepresidentas de Sánchez, con colleja incluida a todos los gachós, esos seres pérfidos, pilosos y conflictivos (excepto Mi Persona y la pandi-guay de chicos que ha montado en Moncloa): «Tengo que decir que cuando alguna en algún momento pudo tener un bajón, un momento de desánimo, siempre las demás hemos acudido, echando por tierra lo que se dice siempre de que las mujeres entre ellas se pelean. Eso es radicalmente falso. Los hombres se pelean entre ellos. Las mujeres normalmente procuramos auxiliarnos», celebraba Marisu con su oratoria comanche.
Lo que dijo es una estupidez, por supuesto, e incluso de ramalazo machista, pues a fuerza de querer ser feminista con calzador, Marisu de Triana presenta a las mujeres como una suerte de categoría aparte, con características psicológicas muy diferentes. En realidad todos sabemos que existen hombres revirados y mujeres reviradas. Tíos y tías que son unos benditos y tipos y tipas que son auténticos cabroncetes (sin ir más lejos podríamos repasar el currículo de traiciones de Puñales Yolanda).
Las mujeres se valen por sí solas más que sobradamente. No necesitan la empalagosa muleta de una izquierda que las trata como inválidas sociales y que presenta algo tan cotidiano como el éxito de una mujer como si se tratase de una proeza cósmica. Pero las realidades de la vida no van con un Gobierno impermeabilizado por un blindaje de cursilería dogmática, que es adicto a la tontería y a solemnizar lo obvio.
Feliz 2024 para todos, incluida la entrañable vicepresidenta Montero, a ver si con los años se le va pasando el frenesí sectario, estudia algo de Económicas, aunque sea medio curso en la cafetería de la uni, y toma unas clases de OBPAH (oratoria básica para adultos hiperventilados).