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Agua de timónCarmen Martínez Castro

Volver de Pamplona

Nuestro sistema institucional no es inmune a la deriva del socialismo español, que comenzó Zapatero con el pacto del Tinell y Sánchez ha llevado a su máxima expresión

¿Es posible que el PSOE regrese alguna vez de la vergüenza de Pamplona o hemos asistido esta semana al sepelio definitivo de la socialdemocracia en España? La duda no es puramente retórica o una simple especulación política porque nos afecta a todos. Nuestro sistema institucional y nuestra convivencia cívica no son inmunes a la deriva del socialismo español, que comenzó Zapatero con el pacto del Tinell y Sánchez ha llevado a su máxima expresión al entregar a Batasuna-Bildu la alcaldía de Pamplona. Si Pamplona se ha convertido en el símbolo definitivo de la mutación experimentada por el PSOE, sus consecuencias afectan al conjunto del sistema.

Así vemos como un sector de la izquierda ha decidido abrazar la antipolítica. A esos Cercas de la vida, las traiciones del PSOE no les han curado la enfermedad del sectarismo y han decidido degradar al conjunto de la política a la paupérrima condición del socialismo actual: si Sánchez miente, todos los políticos son mentirosos; si Sánchez carece de escrúpulos, todos los políticos pasan a ser automáticamente unos amorales y si Sánchez polariza, la culpa es de la derecha por sus excesos retóricos. Son los mismos escandalizaditos por que la alcaldesa saliente dijera lo de fregar escaleras mientras ignoran que los concentrados por Batasuna-Bildu en la plaza del Ayuntamiento coreaban consignas abiertamente proetarras. Donde esté una hipotética limpiadora de escaleras ofendida que se quiten las víctimas reales de ETA. ¡Hasta ahí podríamos llegar!

Este sector de la izquierda tiene el criterio suficiente para abjurar del sanchismo, pero no los arrestos para frenarle ni la humildad para admitir que existe una alternativa mejor en la derecha. Así se ven obligados a decretar colapso de la política, cuando lo único que en realidad ha colapsado son los criterios morales del PSOE.

Si atendemos a lo que ocurre al otro lado del espectro político, también hay motivos para la inquietud: la reacción contra el sanchismo ha llevado a un sector de la derecha a deslegitimar nuestro sistema político; se desprecian los años de gobierno de Aznar o Rajoy e incluso se apunta contra el Rey Felipe VI por cumplir escrupulosamente con su obligada neutralidad institucional. Creen que las instituciones se han demostrado incapaces de frenar los acuerdos de Sánchez con todos los enemigos de la Constitución y consideran, por tanto, que el régimen del 78, basado en los grandes consensos, es cosa de pringados. Cada nuevo abuso de Sánchez no hace más que alimentar su rechazo, no contra Sánchez sino contra el sistema.

La política española vive sus horas más bajas porque el PSOE, como le ocurre a los republicanos con Trump, mantiene una relación tóxica con Pedro Sánchez. Todos los psicólogos explican que este tipo de relaciones se basan en la mentira, la manipulación y la dependencia, pero también afirman que se puede salir de ellas. Este año estuvimos a punto de conseguirlo y a pesar de su impostada euforia, Sánchez sabe que tiene una legislatura mucho más complicada que la anterior. La mejor prueba de ello es que no ha conseguido convencer a ningún economista de fuste para suceder a Nadia Calviño. Eso, en el mercado de futuros, supone un mensaje inequívoco.