Enchufados tacaños
A Sánchez los detalles le importan un bledo. Le importa un bledo firmar un libro que no ha escrito, y le importa un bledo que la gente sepa que ese libro lo ha trabajado y redactado una enchufada agradecida
En los años sesenta, un empresario especializado en la fabricación de objetos de acero inoxidable cayó en el error de escribir un libro. Le encomendó a un escritor que le hiciera de «negro», porque su inteligencia empresarial sobrevolaba a su habilidad literaria. El empresario fue obrero y terminó multimillonario. Su obra se titulaba Hecho a mí mismo, y obligó a todos sus trabajadores a comprar el libro. Ordenó enviar a cada uno un ejemplar de su biografía al tiempo que lo descontaba de la nómina. Se cuenta de un debate parlamentario en el Congreso durante el franquismo, en aquellos tiempos Cortes Españolas. Un procurador destacaba por su buen hablar y su aspecto asimétrico. Escasa estatura, cabeza muy grande, un brazo más corto que el otro y una pierna, la izquierda, necesitada de llevar un zapato con una suela de veinte centímetros para equilibrarla con la pierna derecha. Subió a la tribuna y su intervención tuvo como único objeto ensalzar sus méritos profesionales. Cuando repitió por tercera vez «yo, que me he hecho a mí mismo», surgió una voz proveniente de los escaños, que muchos atribuyeron al procurador Fueyo Álvarez. «En tal caso, su Señoría tendría que haberse esmerado un poco más». Lo de hacerse a uno mismo tiene un mérito grandioso, pero no hace falta repetirlo. Ahí tienen a don Amancio Ortega, que es el prototipo de la discreción y la modestia. Y vuelvo al empresario del acero inoxidable. Su libro no se exhibió ni en escaparates de librerías ni se comercializó por medio de las agencias de distribución. Y dado que sus trabajadores eran 9.700, aproximadamente, se vendieron 9.700 ejemplares, aproximadamente también. Es decir, mil ejemplares más que los vendidos por el Grupo Planeta de Tierra Firme de Irene Lozano con la falsa autoría de Pedro Sánchez. Un fracaso, por cuanto de Pedro Sánchez viven, a costa de los impuestos de todos los españoles, con incidencia directa, más de un millón de enchufados, a los que hay que añadir unos millones más de semienchufados, subenchufados, bienenchufados, malenchufados y tontos.
De haber tenido la vista comercial del empresario del acero inoxidable, Sánchez podría haber vendido, de golpe, cuatro millones de ejemplares, con independencia de los despachados en las más importantes librerías de España gracias a la poderosa distribuidora de los libros del grupo Planeta. Pero las ventas no han alcanzado los nueve mil ejemplares, lo que demuestra que el libro tendría que haberse titulado Arenas Movedizas.
Sucede que a Sánchez esos detalles le importan un bledo. Le importa un bledo firmar un libro que no ha escrito, y le importa un bledo que la gente sepa que ese libro lo ha trabajado y redactado una enchufada agradecida. También le importa un bledo la liquidación de sus derechos de autor, porque sus ingresos para mantener a su sencilla familia vienen de otras fuentes, ajenas a las literarias. Él es así. Se levanta temprano, desayuna junto a su esposa mientras lee al revés el Finantial Times, y comenta en alta voz. –Voy a escribir un libro–. Entonces llama a Irene Lozano –Irene, deja de lado lo que estás haciendo en ese enchufe que te he proporcionado y no sirve para nada, y escríbeme un libro que se titule Tierra Firme. Las condiciones las pacto yo con los de Planeta, que los tengo bastante contentos últimamente. El anticipo lo dividimos en dos partes, y los derechos de autor son para mí–. –Lo haré encantada, presidente–. Y como el Manual de Resistencia, ahí tenemos el libro, expuesto en todas las librerías de España.
Pero los españoles somos ingratos. Los enchufados, en todas las versiones del enchufamiento, no han adquirido el ejemplar firmado por el enchufador, y los números no salen. Hasta Rajoy y Aznar le doblaron el número de ejemplares vendidos. El motivo de la edición de este libro, por llamarlo de alguna manera, es distraer la atención del personal. –Son tan idiotas, que perderán el tiempo criticando lo del libro y no se ocuparán del regalo de Navidad que le hecho a la ETA con lo de Pamplona–.
Y es cierto. El primer idiota, el que firma.