Conclusiones post-navideñas
Son unas fiestas planetarias que tienen en su origen y base la celebración del nacimiento de alguien, un tal Jesucristo, hace unos 2023 años, día más día menos, cuyas doctrinas han tenido un inmenso impacto en la humanidad y en ciertas culturas y vidas, como la nuestra, muy determinante además
A falta de lo que puedan traernos los Reyes Magos, ya que cualquier día nuestros mas grandes intelectuales progrecráticos pueden desatar contra ellos una feroz campaña por su carácter autocrático y antidemocrático, ademas de ser los tres fachas, claro, he extraído y confirmado en estas navidades algunas reflexiones y conclusiones que sucintamente me permito trasladarles.
La primera de todas ellas es que para desear «Feliz Navidad» no hace falta ser creyente, basta con no ser gilipollas. Y la segunda es que desear «Feliz Solsticio de Invierno» es una prueba fehaciente de que se es con balcones a la calle y con un grado mínimo de teniente coronel
Lleva también galones el desear Felices Fiestas, que es lo que hizo Pedro Sánchez, eso sí, en cuatro lenguas, y a «todos y todas», faltaría más. Ante ello lo más pertinente es preguntar al deseador : ¿Que Fiestas? ¿ los Sanfermines, el Ramadán o las del Orgullo Gay?.
Son unas fiestas estas de la Navidad, que se celebran en gran parte del mundo. Son unas fiestas planetarias que tienen en su origen y base la celebración del nacimiento de alguien, un tal Jesucristo, hace unos 2023 años, día más día menos, cuyas doctrinas han tenido un inmenso impacto en la humanidad y en ciertas culturas y vidas, como la nuestra, muy determinante además. A lo largo de milenios nos hemos formado en ellas y por ellas estamos troquelados.
La creencia de que ese señor era Dios, o en la existencia del Dios mismo, es otra cuestión y es muy cierto que en el ultimo medio siglo se ha acelerado la negación de tal condición. Una creciente parte de la población europea, la que presume de ser la zona más avanzada social y culturalmente del Planeta esta dejando de lado, agnósticos, o rechazando la existencia de una divinidad fundacional, la creencia en un Supremo Hacedor. Es es un hecho y abre enormes incógnitas. Es una gran novedad que ha de afrontar la especie humana.
Porque a lo largo de nuestra historia y hasta de nuestra prehistoria ha habido siempre mucha discusión por los dioses y mucha sangre vertida por ello. Pero Dios o los dioses, su idea, siempre han estado ahí como referente de principio y de fin. Ahora el ser humano, nuestro continente de manera creciente, va a tener que enfrentarse a un mundo donde Dios no importa, o cada vez menos y a más gente, ni condiciona ni afecta a nuestras decisiones, pues un porcentaje cada vez mayor no cree en su existencia. Un mundo sin Dios resulta algo a lo que la Humanidad no se había asomado nunca. Pues en cuanto el Homo se echó a pensar lo tuvimos ahí como respuesta y solución a nuestra eterna pregunta ¿que hacemos aquí? Él fue una respuesta, el asidero fundamental. Pero ahora son muchos los que se cuestionan su veracidad o afirman con rotundidad que es una mentira de autoconsolación.
Puede que sea, empieza a ser, uno de los grandes asuntos en el futuro de los sapiens, si es que merecemos tal apodo, pero no era, ni me siento cualificado para abordarlo, el objeto de mi comentario de hoy.
Éste es mucho más sencillo de resolver y sobre el que tener una opinión. Que en mi caso es de lo más llana y simple. Se celebra por una gran enorme cantidad de gente el nacimiento de un personaje trascendental en la historia del mundo y piedra fundacional del cristianismo. Su Natividad. O sea, la Navidad. No otra cosa, sino exactamente esa. La celebran, desde hace milenios, sus creyentes, quienes tienen esa Fe y lo consideran su Dios. Pero también quienes sin tenerla sí tienen como base, los valores y sustrato cultural una civilización construida en buena parte sobre ellos. Y puede celebrarse o no. Eso cada cual, pero lo que es una verdadera aberración es el negar cual y el por qué de la celebración, de la Fiesta, o sea de la Navidad. Ése es su nombre. No hay otro. El negarse a pronunciarlo solo demuestra una ostentosa estupidez. Que es lo que hizo a cuatro lenguas el presidente del Gobierno y hacen cada vez mas tontos a las tres, los tontos de la Navidad que no hay año que no den prueba y hagan alarde de su idiotez. Que dicen que eso es ahora muy «woke», palabro cuya mas acertada traducción del inglés es, cada vez más obviamente, la de «soplapollez». Muy contemporánea, eso sí.