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Pecados capitalesMayte Alcaraz

La que faltaba, Vicechiqui

Ella se dedicó a subir los impuestos a todos los andaluces y como premio, el otro faro del conocimiento de occidente, Pedro Sánchez, se la trajo a Madrid para que hundiera las cuentas públicas, una vez llevadas a la bancarrota las de Andalucía

Cuentan las crónicas que, desde Alfonso Guerra, ningún miembro del Gobierno había acumulado tanto poder como María Jesús Montero Cuadrado, tras su ascenso a la Vicepresidencia Primera del sanchismo, que compatibilizará con la segunda posición en el PSOE. No podía tardar en llegar el momento en que la quintaesencia de Sánchez se sentara en la cúspide del régimen. Marisú, hoy ya Vicechiqui, era el gran refuerzo que necesitaba el presidente para destrozar lo poco que queda en pie en nuestro país. Con 57 años, esta médica de formación que acabó de consejera con Chaves, Griñán y Susana Díaz en la Junta de los ERE, no da pie con bola salvo cuando tiene que entregar la caja común a los separatistas catalanes a cambio de un puñado de votos para el jefe. Todavía se desconoce por qué, pero la última presidenta andaluza, la ínclita Susana, la nombró consejera de Hacienda sin un mínimo conocimiento para el puesto.

Así que ella se dedicó a subir los impuestos a todos los andaluces y como premio, el otro faro del conocimiento de occidente, Pedro Sánchez, se la trajo a Madrid para que hundiera las cuentas públicas, una vez llevadas a la bancarrota las de Andalucía. No descarten que cuando haya alternancia en el Gobierno, el que venga se encuentre con pufos similares a los que dejó Zapatero, porque de la desordenada cabeza de Chiqui Montero no puede haber salido nada bueno.

Sánchez nos la colocó también de portavoz en 2020 y ahí es donde consiguió rozar el Himalaya cuando a punto estuvieron los periodistas que acuden a la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros de pedir un intérprete simultáneo. La buena de María Jesús era –y es– incapaz de explicarse medianamente bien, ya saben, lo básico del sujeto, verbo y predicado. Ella nos obsequiaba con una verborrea barata e incansable, que acompañaba siempre con movimientos compulsivos de cabeza. Resultado: chatarra ideológica con un plus de ridículo añadido.

A la Vicechiqui le debemos aquello de que el líder del polisario que coló España y enfadó a Marruecos «no entró con una identidad falsa, sino con una identidad distinta». Antológica fue también su contestación ininteligible sobre por qué no daba el Gobierno el número de fallecidos por la Covid. Montero es el compendio de Groucho Marx, Antonio Ozores actuando y Perogrullo en lo tocante al desparpajo dialéctico. Cómo olvidar cuando tuvo un rapto de sinceridad y deslizó que las pensiones de los mayores no eran para ellos, sino para cubrir las necesidades básicas de hijos y nietos. Vamos, el reconocimiento explícito de que los españoles se han empobrecido como nunca en nuestra historia (un 20 por ciento) gracias a su gestión, entre otras.

Sánchez nos la dejará presidiendo el Consejo de Ministros cuando coja el Falcon, amén de que mandará en Ferraz en nombre del secretario general, que ha eliminado todos los contrapesos. A Su Sanchidad solo le quedaba aportar a la vida pública una figura como Marisú, que cabalga entre el absurdo y la indigencia intelectual. Hace pocos días, en la despedida de Nadia Calviño, elevó la apuesta de la mofa sosteniendo que las mujeres no nos peleamos. Los hombres, sí, aseguró. La afirmación sería descacharrante si no llevara implícito un concepto sectario de la vida y una ideologizada filosofía que criminaliza al hombre por el hecho de serlo, mantras que están calando en la sociedad borreguil que Montero se dedicará a alimentar mientras nos llama chiquis y se ríe de nuestra inteligencia desde los presupuestos del Estado y la mesa del Consejo de Ministros.

Su principal objetivo será que el ministro Cuerpo no mande nada y una quita de la deuda para los amigos indepes en Cataluña. Sugerencia: que el Gobierno edite un vademécum para entender a Vicechiqui, porque todo en ella es intríngulis sufragado por Sánchez. Por favor, fiat lux.