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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Para vosotros, socialismo; para mí, palco dorado y 381.000 €

Nadia Calviño sonríe encantada en Luxemburgo y en el Musikverein de Viena, tras huir de la izquierda confiscatoria que postulaba con entusiasmo

Es la más clásica de las paradojas de la izquierda: a los líderes socialistas les chifla vivir como capitalistas acomodados. En España lo hemos constatado con ejemplos burdos, sin complejos ni caretas.

El epítome de esa doble moral de la izquierda panfletaria fueron los afamados hacendados de Galapagar, Irene María y Pablo Manuel. Tras pasarse cuatro años consagrados a la soflama camisetera, clamando por «la gente» y criticando a «los ricos» de «la casta», lo primero que hicieron en cuanto se vieron con posibles fue comprarse un chaletazo serrano que ningún currelas del común puede permitirse.

No es el único caso. Véase el gusto por el inagotable ropero burgués de Yolanda. O el ático con vistas al Retiro y el chalet montañés que disfrutaba Mónica García mientras se contorsionaba predicando el socialismo igualitario. O el formidable patrimonio inmobiliario del bufón oficial del «progresismo», el Gran Wyoming. O la vida de perfecto niño bien que ha llevado nuestro Sánchez en toda su existencia, merced a unos padres que combinaron el carnet del PSOE con un bolsillo muy bien protegido, con el que pagaron a sus dos vástagos una estupenda educación privada.

La cita musical más famosa del planeta probablemente sea el concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena, al que asisten unos 3.000 espectadores en la sala dorada de la Musikverein. Es un ejemplo universalmente famoso de los placeres de la buena vida burguesa, bajo los amables compases de los valses, polkas y mazurcas de los Strauss. Las entradas se venden por sorteo. Pero existe una reventa que cuesta un ojo de la cara y también hay agencias de viajes que ofrecen un paquete con entradas a precios prohibitivos. Conocí en su día a un joven e intrépido heredero empresarial que se echó una novieta televisiva y lo primero que hizo para impresionarla fue llevarla en avión privado a la Musikverein. Es decir, que el público de la sala vienesa no es exactamente el mismo que el de un botellón de reguetón en un suburbio.

Y allí estaba, muy sonriente, encantada de haberse conocido, nuestra excamarada Nadia, moviendo su rubia cabeza a los sones de la Marcha Radetzky. Su felicidad no resulta extraña. Yo también me partiría de risa. Tras aplicarnos el recetario socialista de impuestos confiscatorios, igualación a la baja y estacazo dialéctico a todo aquel que ose intentar ganar algo de pasta, la camarada Nadia ha huido del paraíso socialista de Querido Sánchez y se ha instalado en Luxemburgo. Como presidenta del BEI cuadriplicará el sueldo que tenía en España y pasará a embolsarse 381.000 euros anuales. Además, se escaqueará de la fiscalidad abusiva que ella colaboró a imponer en España y pasará a beneficiarse de la tasa de la UE, bastante más llevadera. Por supuesto, gozará de dietas jugosas y beneficios en su futura pensión.

Suponemos que ese pastizal, horriblemente burgués y nada socialista, le evitará tener que incurrir en pequeñas tentaciones nepotistas, como cuando la prensa la pilló intentando enchufar al bueno de su marido en Patrimonio Nacional (por no hablar del boom en los ingresos del hotel de papá después de recibir fondos ICO, que hoy detalla en este periódico Alejandro Embrambasaguas).

A Calviño le gusta para ella lo que no quería para nosotros. Si la hipocresía fuese petróleo, la España del PSOE sería los Emiratos Árabes Unidos.