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Agua de timónCarmen Martínez Castro

Ninots indultados

Los episodios de intimidación y acoso político en la España democrática han venido siempre de la extrema izquierda

Hubo un tiempo no tan lejano en España en que la violencia contra los políticos llegaba al asesinato. Decenas de cargos públicos del PP y del PSOE fueron asesinados por ETA. Aquello sí fue una violencia insoportable y aplastante contra humildes concejales de pueblo convertidos en héroes de la resistencia democrática. Nada hay comparable con aquello y, aunque solo fuera por respeto hacia ellos, deberíamos utilizar el concepto de violencia política con prudencia; desde luego nunca en vano ni para hacer demagogia de la peor estofa.

Cuando ETA ya había desaparecido, siguió habiendo violencia verbal y acoso contra políticos. Antes de que Pablo Iglesias decretara que los escraches constituían jarabe democrático, el Partido Popular ya había visto como sus sedes habían sido acosadas con cualquier excusa: el accidente un petrolero, los incendios forestales, la guerra de Irak, los atentados del 11-M o la oposición al estatuto de Cataluña que promovió Zapatero; todo valía para que la izquierda montara actos de intimidación contra el Partido Popular en cualquier lugar de España.

Luego llegó Pablo Iglesias a poner literatura a aquellos acosos y a dirigirlos contra personas concretas. Hubo concentraciones ante las casas de Soraya Sáenz de Santamaría, de Alberto Ruiz-Gallardón, de Rita Barberá o de Esteban González Pons. También se justificaban por el llamado malestar social los acosos callejeros a Cristina Cifuentes, a Begoña Villacís, el intento de asalto al Congreso o las agresiones a las diputadas de Ciudadanos que osaron manifestarse un 8-M sin ser conscientes de que el movimiento feminista ya se había convertido en rehén de la extrema izquierda tribal.

Un mero repaso a lo ocurrido en estos años demuestra que, salvo algún caso aislado, los episodios de intimidación y acoso político en la España democrática han venido siempre de la extrema izquierda y siempre han tenido como víctimas preferentes a los políticos de derecha.

Los aspavientos del PSOE tratando de estirar como un chicle el episodio del ninot de Nochevieja en Ferraz ya no dan más de sí y corren el riesgo de acabar en el cachondeo generalizado. El ninot, que según el PSOE incita al magnicidio de Pedro Sánchez, no tiene nada que envidiar a tantos otros que hemos visto en estos años. En España han tenido ninot Aznar, Rajoy, Esperanza Aguirre, Isabel Diaz Ayuso o Santiago Abascal. Y a todos ellos les gana, por goleada, el Rey Felipe VI, convertido en el pim-pam-pum favorito del independentismo catalán. Si tan graves son los hechos que se registraron la Nochevieja en Ferraz ¿cómo es posible que el PSOE no ha hecho nada durante todos estos años para atajar lo que ellos mismos definen como llamamientos al magnicidio del monarca? ¿Acaso por venir de sus socios parlamentarios merecen estos ninots el privilegio de ser también ellos indultados?

La piñata de Ferraz es la nueva versión de las balas enviadas a Grande Marlaska, la navajita manchada de rojo de Reyes Maroto o el desproporcionado y propagandístico despliegue policial montado para la investidura de Sánchez. Todo forma parte de la misma estrategia de victimización diseñada, curiosamente, por gobierno más autoritario y despótico de nuestra historia reciente. Ese es Sánchez: el lobito bueno maltratado por todas las víctimas de sus abusos.