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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Dos casos de idiocia política aplicada

Las «autobajas» de Mónica García y convertir los 'pellets' del litoral atlántico en otro 'Prestige' acreditan la epidemia de bobería que sacude nuestra política

Tonterías animadas de ayer y hoy. Vamos con dos elocuentes ejemplos del nivel de idiocia en que se ha sumido nuestra política.

- Caso 1: Ministra populista busca foco desbarrando. Debido a una excesiva descentralización, el Ministerio de Sanidad quedó convertido en una especie de instituto de buenos consejos. La gestión real pasó a las comunidades. Por eso cuando llegó un problema acuciante, una pandemia, pilló al Estado en pelotillas. Un atildado filósofo, al que habían colocado allí para pelotillear a los separatistas catalanes, se vio sentado en la poltrona ministerial sin saber por dónde le daba el viento y sin competencias prácticas. El resultado fue una calamitosa gestión de la covid, trufada de mentiras y que llegó al extremo de que a día de hoy todavía no conocemos el número real de muertos.

Tras Salvador Illa ocuparon el Ministerio de Sanidad otros titulares que han pasado desapercibidos. Y ahora, debido a las exigencias de los acuerdos con Yolanda, la tómbola de Sánchez le ha dado la cartera a Mónica García. La agraciada es una representante de la izquierda Möet madrileña, una médico que alardeaba de su lucha contra la covid cuando apenas pisaba el hospital. Una demagoga pertinaz y entusiasta, autora de patochadas tan meritorias como cuando para demostrar los estragos de la «emergencia climática» se presentó en la Puerta del Sol cámara termográfica en ristre para acreditar que aquello era peor que Fukushima.

A fin de dar un poco que hablar y chupar foco, Mónica, «médico y madre», ha lanzado una original propuesta para mitigar la tensión que está creando el pico de gripe y coronavirus en los servicios sanitarios. ¿Y en qué consiste su planazo? ¿Acaso se ampliará el número de sanitarios? ¿Se organizará la atención de otro modo? No, es mucho más sencillo. La ministra propone que cada uno de nosotros podamos autodiagnosticarnos y concedernos una baja de hasta tres días si consideramos que estamos pochos. Es decir, esta señora, que es licenciada en Medicina, nos convierte a cada uno en un galeno amateur, al tiempo que fomenta el absentismo laboral en un país donde ya está disparado (empezando por los vascos, destacados líderes estadísticos en el arte de escaquearse del curro).

«Uy, Pili, parece que me me he levantado con la cabeza un poco espesa y algo de moquillo en la napia. Oye, casi me voy a coger tres día de autobaja, que además si empiezo el miércoles ya empalmo con en el finde». En el país que inventó la novela picaresca no tardaría en suceder algo así.

Resumen: una ministra florero plantea una ridiculez para autopromocionarse, a sabiendas de que es inviable.

- Caso 2: La politización chiflada de las pelotillas de plástico. 8 de diciembre de 2023. El Tocano, un buque portacontenedores de la multinacional danesa Maersk, la mayor del mundo en tráfico marítimo, pierde a su paso por la costa del norte de Portugal 26,3 toneladas de pellets de plástico y cinco contenedores más, que portan neumáticos y papel film. Por desgracia no es algo muy infrecuente. Poco después, a finales de diciembre, esa misma compañía perdió otros 46 contenedores frente al litoral de su país, en el norte de Jutlandia.

8 de enero de 2024, ha pasado ya un mes desde la caída de la carga en aguas portuguesas. Pero la izquierda española descubre que la contaminación de bolitas en las playas puede resultarle útil ante unas elecciones gallegas de febrero donde temen una goleada. Los dirigentes del PSOE, los separatistas gallegos del cavernícola Bloque y las televisiones del régimen comparan el caso con el Prestige y culpan de la contaminación a la Xunta. Es un razonamiento bastante original, pues resulta que la mercancía se perdió a la altura de Viana do Castelo (Portugal) y los pellets ya han alcanzado también Asturias y Cantabria (y acabarán llegando incluso al País Vasco por la circulación de la aguas en el Cantábrico, aunque ahí el PSOE se cuidará de no culpar al intocable PNV).

El sentido común ya no se estila en España. Es un capricho carca. Así que mañana mismo pienso pillarme tres días de auto-baja, porque parece que me pica un poco un sobaco. Y en cuanto a lo de los pellets, pues ya se sabe: un atentado ecológico más del PP; porque aunque el Gobierno central ostenta las competencias sobre el tráfico marítimo y el siniestro ocurrió en Portugal, la culpa solo puede ser de la derecha gallega. Además, a poco que Bolaños y Marlaska investiguen, probablemente descubrirán que los pellets han sido fabricados un taller improvisado en las protestas de Ferraz.

España ha enfilado tal deriva tontolaba que algunos días dan ganas de emigrar a Papúa Nueva Guinea, que al menos ofrece una ventaja: se encuentra a 15.034 kilómetros del paraíso colectivista de Sánchez.