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Perro come perroAntonio R. Naranjo

Prestige 2 con Pellet Sánchez

Nada nuevo en el horizonte: desde ZP y el 11-M, el PSOE fuerza lo que haga falta para conseguir resultados

Si fuera por Pedro Sánchez, los españoles deberíamos estar ahora en una playa gallega recogiendo bolitas de plástico, embozados con una mascarilla liberadora y, en los tiempos de descanso, firmando un manifiesto a favor de la amnistía, el acercamiento de etarras, la subida de impuestos a esos ricachones que cuestan 30.000 euros y se quedan solo con 15.000 y su propia candidatura a premio Nobel de la Paz, representante de España en Eurovisión o, lo mejor, Miss Universo por sus alegatos en favor de la paz, la sostenibilidad del planeta y la redistribución de la pobreza.

Sánchez es como el chapapote que lo pringa todo, con la diferencia de que dispone de un coro rociero experto en masajes con final feliz y siempre raudo para decir que, en ese caso concreto, el petróleo no es tan malo y puede ser reciclado como combustible barato para calentar las casas o arrancar los coches de los sectores vulnerables.

Ahora les ha dado por imponer las mascarillas, que son muy recomendables para todo aquel con algo de sesera, y con ello tapar algunas de sus vergüenzas sanitarias habituales: no han rendido cuentas por la pandemia de coronavirus, saldada con una de las peores mortalidades del mundo y la segunda mayor ruina internacional tras Argentina; no han reforzado la campaña de vacunas; han mirado para otro lado durante tres semanas y desatienden la perentoria necesidad de incorporar más médicos y enfermeros al sistema, cambiando el sistema de acceso para que miles de licenciados no queden fuera.

Y también les ha dado por intentar convertir el vertido de los ya célebres pellets, en una cantidad que supone una gota en la inmensidad del océano, en un apocalipsis ecológico pepero similar a Chernóbil, Fukushima y el Prestige juntos.

De las malas artes socialistas da cuenta la historia cada vez que hay elecciones, como ahora en Galicia: el 11-M fue la palanca para evitar la sucesión de Rajoy por Aznar, señalando al PP como primer responsable de la matanza por encima de Al Qaeda; el Prestige se utilizó para impulsar el desastroso bipartito del PSOE y el BNG y las bolitas se convertirán en la intentona de acabar con Alfonso Rueda y, de paso, con Feijóo.

Sánchez ha perfeccionado las ya altas prestaciones de Zapatero para robarle la cartera a un accidentado y decir luego que intentaba localizar a su familia, culpando incluso a la víctima de sus infundadas sospechas. Y luego le ha pedido que, además de disculparse, le ayude a él a seguir su camino en volandas.

Por eso Feijóo no puede acordar nada con el escorpión sin convertirse en la rana ahogada, tras un aguijonazo, por llevar al insecto venenoso al otro lado de la orilla. Y por eso no lo hará: el único pacto que el PP puede aceptarle ya al PSOE es la disolución de las Cámaras y la convocatoria de nuevas elecciones generales, con el compromiso de que los socialistas presenten a otro candidato y firmen ante notario su renuncia a volver a vender España a una coalición de filoetarras, golpistas y prófugos.

A Sánchez no se le puede dar ni agua porque siempre la utilizará para someter a una tortura de gota malaya al ingenuo que le haya dado de beber. Y Feijóo, que es de tierra de Ribeiro, ya ha aprendido de sobra la lección.