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Ojo avizorJuan Van-Halen

Cuerpo a tierra con Alegría

No se trata de que el PSOE caiga en el extremismo, es que el PSOE como tal no existe

Carlos Cuerpo, ministro de Economía, del que tengo estupendas referencias, apareció por primera vez junto a Pilar Alegría, ministra de Educación y portavoz del PSOE y del Gobierno, por ese orden, en la rueda de prensa tras el Consejo de ministros. Alegría ocupó todo el espacio y cuando los colegas preguntaban al ministro contestaba ella. Cuerpo a tierra con Alegría vigilando. Es el primer sapo que se come el ministro de los muchos que le esperan, sobre todo llevando la Economía y con el puesto de mando en Waterloo. Ya irá espabilando. Lo cuento porque es a lo único que se le puede extraer algo de humor. La semana ha sido triste, vergonzosa y para olvidar si no fuera porque el desgobierno de Sánchez no merece el olvido sino el juicio de los ciudadanos.

Si repasamos las amarillentas páginas de la Historia, no es la primera vez que la izquierda trata de deconstruir sin atenerse al riesgo. La Historia tiende a volver sobre sus pasos porque hay quienes, de manera suicida y estúpida, se empeñan en ello. La izquierda en general y el PSOE en particular han caído una y otra vez en errores que siguieron la misma pauta con una machaconería que, sin embargo, no ha supuesto enseñanza.

Tras el fracaso de la segunda República estuvo una izquierda –y dentro de ella singularmente el PSOE– que creyó sólo en «su» República y no aceptaba otra; la alternancia en el poder era una cuestión superflua, una molestia. Por eso apostó por el enfrentamiento abierto con sus adversarios políticos ya desde mayo de 1931. Primer acto: la quema de iglesias y conventos con grave destrucción de patrimonio cultural. Lo cuenta con rigor e ingenio un testigo excepcional: Josep Pla.

Largo Caballero lo dejó claro ante las elecciones de febrero de 1936: «Si triunfan las derechas (…) tendremos que ir a la guerra civil declarada». «La democracia es sólo el primer paso para la consecución de la dictadura del proletariado». «El poder será nuestro por las buenas o por las malas». De ahí el pucherazo electoral ya constatado. La República «burguesa» era sólo un peaje obligado. Azaña, un burgués, más escritor que político, se sentía casi secuestrado. Léase su Cuaderno de La Pobleta.

La apuesta por las acciones antidemocráticas, violentas, fue consustancial a la izquierda y dentro de ella al PSOE. Desde la última asonada romántica, la sublevación de Jaca en diciembre de 1930 llegó la revolución de Asturias y el golpe secesionista de Cataluña en octubre de 1934. Protagonistas: socialistas, comunistas y anarquistas, y en el caso catalán separatistas. El PSOE se dejó seducir por una extrema izquierda que sería su perdición. Ahora Sánchez se deja comprar por todos, incluidas la extrema derecha nacionalista y xenófoba vasca y catalana. Trata de sobrevivir en Moncloa.

Son eslabones de la misma cadena. Recordemos el acopio de armas destinadas al golpe que la izquierda radical preparaba para junio de 1936, aplazado a agosto, al que se anticipó el golpe militar del 18 de julio que, al fracasar, condujo a la guerra civil. O el exterminio de parte de la izquierda por la izquierda misma, dentro ya de la guerra, en la Cataluña del luego reivindicado Companys. La izquierda, y en ella el PSOE, creyó y cree que la confrontación entre los españoles favorece sus propósitos. Ahora hablan de muros.

Es un camino repetido. La fórmula de ayer reactivada hoy como una bomba de relojería. El PSOE, y la izquierda en general, tienen el convencimiento de que les asiste una supuesta legitimidad moral para gobernar siempre y que el gobierno sin ellos supone una anormalidad, un paréntesis que debe enmendarse. Para evitarlo vale todo, incluso acabar con la España que conocemos. Mientras, la manipulación en los medios es cada vez más descarada.

Vivimos una experiencia nueva. No se trata de que el PSOE caiga en el extremismo, es que el PSOE como tal no existe. Es un aparato que cambia de piel y se mueve para favorecer a un personaje menor que ha comprado, así de claro, a quienes forman sus equipos y viven de ello. Sin ideología, sin principios, sin escrúpulos. Tras Sánchez reconstruir el PSOE será difícil. Hubiera sido relevante una postura firme de Felipe González y Alfonso Guerra, entre otros históricos, pero no han pasado de los pellizcos de monja. Allá su responsabilidad con lo que dicen creer. Y que se cuide Cuerpo en este carajal.