Curso Epi y Blas de democracia para sanchistas
La izquierda española ha dejado de entender cómo funciona un sistema sano de derechos y libertades y se está saltando sus principios básicos
Una novedad del populismo de izquierdas es su radical incomprensión de cómo funciona un sistema de derechos y libertades, lo que denominamos una democracia liberal. Vuelvo a reparar en ello ante un articulillo con el que me honra el amigo «Xabi», como lo conocen en los círculos «progresistas», en respuesta a otro mío sobre su curiosa labor en TVE (imagino que su atención a mi modesta figura será el prolegómeno de que pronto me invitará a participar como contertulio en su programa de discreta audiencia, pues es conocido su gusto por el pluralismo y su tolerancia ante todo tipo de ideas).
En su texto -publicado en un medio menor donde colabora y al que promociona en sus resúmenes de prensa en TVE mientras censura a otros de muchísimos más lectores, como este-, el citado periodista hace juegos de palabras zarrapastrosos con mi apellido –demostrando su profundidad de pensamiento–, alardea de su pedigrí familiar «progresista» –si tienes antepasados que no lo son al parecer eres un ciudadano de segunda– y desliza varios errores gruesos, como tachar de «ultraderechista» a una organización que en la Transición contó con ilustres miembros que contribuyeron de manera relevante a la llegada de la democracia a España.
Pero en su textito, el referido periodista elude el asunto medular que le reprocho, que es bien fácil de entender: si TVE es una cadena pública que todos los españoles estamos obligados a sostener con nuestros impuestos, nos guste o no, ¿resulta aceptable que periodistas que trabajan allí opten por hacer propaganda de una única ideología, en este caso la del PSOE? La respuesta es evidente: supone un abuso manifiesto. Pero eso es precisamente lo que hace cada día el mentado «informador». En una cadena pública tipo la BBC sería un delirio impensable contar con un presentador dedicado a ejercer de comisario político. Si el «profesional» en cuestión trabajase en un medio privado, por supuesto estaría en su libérrimo derecho a opinar cómo que le plaza. Pero una cadena de propiedad estatal no puede convertirse en un órgano de propaganda de una ideología concreta (y esto reza también cuando la manipulación se ejerce en sentido inverso).
Me refiero a esta anécdota de un personaje menor porque refleja un problema mayor: la izquierda española, de rasgos populistas cada vez más acentuados, no entiende cómo funciona una democracia. Tal vez convendría recuperar aquel Barrio Sésamo de mi infancia, con Epi y Blas impartiendo un cursillo asequible de «Democracia para Dummies»:
-¿Qué es una democracia, Epi?
-Una democracia no consiste solo en votar, Blas, requiere mucho más. Te lo voy a explicar:
Requiere, por ejemplo, respetar las instituciones públicas que son de todos y no someterlas a los intereses propagandísticos del gobernante de turno, como hace Sánchez con el CIS y TVE. Requiere respetar el derecho a existir del adversario político. Pero aquí sufrimos a un mandatario que alardea de su «muro» contra la ideología que ha ganado las elecciones; o que niega el pan y la sal a un partido con tres millones de votos y perfectamente constitucional (mientras se encama con el heredero de una banda terrorista y con los enemigos más tenaces de España).
Una democracia sana requiere respetar la separación de poderes, y aquí ha empezado una cacería contra los jueces. Requiere transparencia, y aquí brilla por su ausencia (véase la negativa cerrada de Sánchez a responder a una pregunta formal de El Debate sobre su uso del Falcon del Estado para volar a actos del PSOE).
Requiere respetar las normas no escritas que oxigenan una democracia, como eran la que establecía que en España gobernaba el más votado, o la que descartaba toda alianza con el partido de ETA, o la que mantenía algo tan elemental como que las leyes están para cumplirlas, y no para fumárselas con amnistías anticonstitucionales para salvar tu colchón monclovita.
Por último, una democracia requiere autocontención en el ejercicio del poder, no llevar al límite todas sus prerrogativas, como hace Mr. Decretazo, cada vez con más ramalazos propios de un autócrata.
Confiamos en que este cursillo exprés de democracia elemental resulte útil a nuestro «progresismo», incluido algún rostro noctívago del canal 24 bostezos, que dada su acreditada bonhomía y profesionalidad estamos seguros de que a partir de ahora analizará en conciencia si el partidismo hooligan es una práctica acertada y pasará a adoptar un desempeño más ecuánime.