El clarinet
Si en un «grup» alguien toca en español o en un «ochote» un tenor pretende cantar el zorcico «Montañas de Guipúzcoa», serán inmediatamente despedidos
Don Joaquín José Sánchez es un músico andaluz afincado en Barcelona. Su especialidad es el clarinete y lleva 27 años en la Banda Municipal de Barcelona. Termina de ser despedido por no tener el nivel exigido en el lenguaje catalán. Es decir, que la música no es un idioma universal como todos creíamos. Una cosa es dominar el «clarinet» y otra, muy diferente, ser un maestro con el clarinete. Los independentistas catalanes –incluyo a una buena parte de los socialistas del PSC– se comportan muy caprichosamente con la música. A la inconmensurable, diosa universal de la ópera y el «Bel Canto», Montserrat Caballé, artista catalana y orgullosa de su españolidad, la enterraron sin representación oficial por su amor a España. También está prohibido Dalí, que pintaba y dibujaba en español, cuando su obligación era imponer a sus pinceles el idioma catalán. Y a Josep Pla, que escribía tan prodigiosamente bien en español como en catalán. Pero la culpa la tiene don Joaquín José Sánchez, que después de 27 años se empeñaba en tocar el clarinete en lugar del «clarinet». Sucede también con los médicos. Muchos se han largado por no dominar el catalán, como si una rodilla operada en catalán sanara antes que las intervenidas en español. Y algo similar ha sucedido en las Vascongadas.
Si un cirujano, durante una operación a corazón abierto, en lugar de solicitar a la instrumentista el bisturí o escalpelo en batúa lo hacía en español, el paciente tenía más posibilidades de doblar la servilleta. «Bisturia o Itzulpen, mesedez». Y el paciente sobrevivía. «Bisturí o escalpelo, por favor». Y el enfermo entregaba su alma a Dios. Todavía se recuerda la pregunta de Carod Rovira a uno de los arquitectos del edificio de AGBAR en Barcelona. «¿Qué idioma usaban los albañiles para entenderse, el español o el catalán?»; y el arquitecto respondió: «El marroquí». Para formar parte de una banda municipal en Cataluña o las Vascongadas, no se puede tocar el clarinete, por bien que suene su sutil armonía. Es preferible que suene peor, siempre que el instrumento sea un «klarinetea» o un «clarinet». ¡Hasta ahí podíamos llegar! Y el mejor cirujano del corazón, el mayor experto en cirugía cardiovascular, no es digno de operar en Gerona o San Sebastián, si ignora que el corazón se dice «bihotza» en vascuence o «cor» en catalán. Un músico de percusión jamás podrá pertenecer a bandas catalanas o vascas, si se empeña en percutir los timbales y no «els timbals» o los «elhuyar hiztegiat» . El que no lo sepa, que se vaya a tocar el tambor o los timbales a otra parte, faltaría más. Por ese motivo, por aceptar músicos de cualquier origen, un concierto de la Filarmónica de Viena suena cada día que pasa peor. Porque no todos sus profesores son austríacos. Los hay también alemanes, franceses, rusos, italianos, japoneses y ¡chinos! El mundo de la música va de mal en peor.
Claro, que al paso que lleva Cataluña, en pocos años los «grups sardanistas» estarán formados por senegaleses y los «ochotes» vascos por afanosos magrebíes. Pero si en un «grup» alguien toca en español o en un «ochote» un tenor pretende cantar el zorcico «Montañas de Guipúzcoa», serán inmediatamente despedidos. ¡Qué se habrán creído estos españoles invasores! Eso sí, y en prueba de respeto linguístico, tanto en Cataluña como en las Vascongadas se permite cantar en español el estribillo del «la, la, la», por una curiosa circunstancia. «La, la, la» se pronuncia y escribe igual en español, que en catalán, y que en vascuence-batúa. No todo está perdido.
La presidente de Lituania, la señora Nauseda, se ha referido al fallido intento de colar el catalán entre los idiomas oficiales de la Unión Europea. «El catalán en la UE abriría muchas más peticiones. ¿Por qué no el samogitiano?»
Pues nada más. Aprendamos a tocar el «clarinet» para que seamos aceptados como músicos en Barcelona.
Jamás el clarinete, que es otra cosa.