Huele a podrido
La aberración que se vive en la España de 2024 es que un condenado por terrorismo y un fugado bajo orden de busca y captura por sedición son considerados hombres de paz y agentes de la convivencia
Los policías apedreados e incapacitados para ejercer su profesión, los civiles heridos, las consecuencias económicas de los adoquines arrancados del suelo o los comercios cerrados durante días y días, quemados, con las lunas reventadas, ¿ni siquiera merecerán compensación alguna por las agresiones padecidas? O, puesto que no parece haber transgresión legal en el origen de sus padecimientos, ¿serán sus secuelas diagnosticadas y, si hay suerte, reparadas como meras compensaciones de accidentes?
Así, accidentes, es como denominó Zapatero a los atentados. Hemos evolucionado: de un presidente que manipulaba el lenguaje para provocar alteraciones políticas en la sociedad a otro que es capaz de retorcer el Derecho hasta hacerlo irreconocible, con el fin de que actos gravísimos como la rebelión, la sedición, la malversación de caudales públicos o el terrorismo no sólo queden impunes, sino que los hechos en sí mismos desaparezcan. La perversión lingüística ha degenerado en degradación institucional y en perversión ética y moral. A beneficio de parte, siempre de la misma parte. En definitiva, en corrupción: la de retorcer la legalidad para garantizarse poder, salario y prebendas. ¿Con qué cara va a condenar ahora un juez a cualquier ciudadano del común por un hecho punible cuando la élite política que rige nuestra vida pública se hace normas a medida para garantizarse la libertad sin límites ni líneas rojas, la impunidad absoluta, el enriquecimiento ilícito?
La aberración que se vive en la España de 2024 es que un condenado por terrorismo y un fugado bajo orden de busca y captura por sedición son considerados hombres de paz y agentes de la convivencia, mientras que un empresario, un autónomo, un profesional o un directivo son sospechosos de provocar los peores males de la sociedad. Los primeros son beneficiarios de una suerte de amnesia paralegal, los segundos son los obligados a soportar por decreto cargas e impuestos crecientes destinados a financiar la fiesta. Y, con suerte, si aceptan sin rechistar el trágala, pueden librarse del insulto.
El sistema que garantiza la gobernabilidad había enfermado preso de las veleidades de las minorías rapaces. Ahora, con el PSOE en el extrarradio constitucional –como benévolamente lo ha diagnosticado Emiliano García-Page– está podrido. El tiempo que transcurra hasta el colapso determinará el daño que es capaz de infligir a la sociedad.