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Pecados capitalesMayte Alcaraz

El barco de las ratas

Desde esa impostura intelectual y ética, Sánchez tiene derecho a todo para añadir en su almanaque un día más en el colchón de la Moncloa

En Esencia de mujer, la hermosa película de Martin Brest, el personaje de Al Pacino se dirige al claustro de un colegio de élite, en presencia del alumnado, para persuadirles de cómo deben reconocer la integridad de su líder. Su disertación parece diseñada para describir escrupulosamente a Pedro Sánchez: «Tengan cuidado con qué clase de líderes están produciendo aquí. Están construyendo un barco de ratas. No hay nada como ver un espíritu amputado; no hay prótesis para eso».

Aunque no tengamos tiempo de detenernos en analizar exactamente lo que está pasando en la hora actual en España –bastante hacemos con ir digiriendo las aberraciones que vomita el Gobierno socialista–, creo que merece la pena reparar en la gravedad de lo que tenemos encima, en esa integridad disuelta irremediablemente en la liquidez de nuestra política, en ese barco de ratas que genera nuestro presente. Desde la inmoralidad, el poder está intentando que lleguemos a la incongruencia absoluta creando una realidad virtual con la que podamos cambiar los valores, y del mismo modo que hace de la necesidad virtud y de la mentira verdad –pero no la verdad, sino su verdad–, la verdad de Sánchez, porque, según él, la verdad es la realidad: el hecho consumado, y aunque la realidad sea una patraña, es su patraña. Frente a ella, la verdad es desaconsejable porque encierra una vocación compulsiva por destruir a un Gobierno progresista.

Desde esa impostura intelectual y ética, Sánchez tiene derecho a todo para añadir en su almanaque un día más en el colchón de la Moncloa. A partir de ese marco mental, esta es la realidad sugerida en nuestro país frente a la lógica democrática.

-La amnistía hasta hace poco inconstitucional es hoy impecable y una herramienta fundamental para la reconciliación con los catalanes.

-El terrorismo es malo si nos conviene reconocerlo como tal, y bueno, si su impunidad ayuda al objetivo del poder.

-Hay un terrorismo –«actuación criminal de bandas organizadas que, reiteradamente y por lo común de modo indiscriminado, pretende crear alarma social con fines políticos» (según la RAE)– que no atenta contra los derechos humanos y, en todo caso, su justificación deviene de la culpa de sus enemigos, los poderes del Estado, empezando por la magistrada Carmen Lamela, que imputó a los líderes del procés la naturaleza criminal de su actuación. De hecho, ese veneno frentista no solo caló en las calles, sino también en las familias y en los grupos de amigos. Ese era el objetivo: que la violencia alcanzara los más íntimos reductos de la vida de los catalanes y del resto de españoles para, al cabo, ser hoy borrada del Código Penal.

-Frente a los benéficos escuadrones separatistas que portaban explosivos, bloqueaban infraestructuras estratégicas y lanzaban adoquines contra los policías (el propio Sánchez los visitó en octubre de 2019 como si estuvieran heridos), operaban fuerzas paragubernamentales –la llamada Operación Cataluña– que los convirtieron en víctimas del Estado.

-Al frente de esa operación estaba el Gobierno de Mariano Rajoy, al que los portavoces del Gobierno le reclaman «explicaciones» y se aprestan a colocarlo en la picota para apuntalar el relato separatista según el cual, lo que ellos hicieron no estuvo mal –las urnas son sonrisas– y fue el Estado el que los persiguió injustamente.

-Por tanto, unos delitos merecen el olvido y la respuesta a esos ilícitos merecen un castigo mayor. Ergo Rajoy fue el culpable del 1 de octubre de 2017, mientras que la sala del Supremo que presidía el juez Manuel Marchena fue el cooperador necesario para cometer la arbitrariedad contra las fuerzas pacifistas del Tsunami y los PCR.

-El magistrado García-Castellón, que ha osado acusar de terrorismo a los que dirigían las violentas hordas que protestaban contra la sentencia del Supremo, debe ser acusado, procesado y castigado por prevaricación y por osar aplicar la justicia a un remedo de Gandhi como Puigdemont y a la nueva madre Teresa de Calcuta apellidada Rovira. Y si, como dejó escrito ayer en un nuevo auto, considera que las protestas atentaron de forma directa contra «el derecho a la vida e integridad física» de los policías, pues al tribunal de la Verdad progresista que preside Teresa Ribera lo denunciará por «lawfare».

-El resumen del resumen: Rajoy debe sentarse en el banquillo, ser carne de interrogatorio para los caníbales de ERC, Sumar y Junts en el Congreso y el Gobierno debe elevar a Oslo la candidatura como Nobel de la Paz ex aequo a Puigdemont, Marta Rovira, Tsunami y los CDR.