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HorizonteRamón Pérez-Maura

España: un país absurdo

Yo procuro ser optimista. Hoy no lo soy. Ayer se rechazó la propuesta de ley, pero creo que no hay la más mínima posibilidad de que Sánchez no se pliegue al chantaje de los independentistas a los que ya ha demostrado que cederá lo que sea necesario

Lo que vivimos ayer en el Congreso es la prueba de que esta España de nuestros días es un país absurdo: hubo una votación en la que el PSOE se manifestó a favor de la amnistía a Puigdemont y los independentistas catalanes; y Junts votó en contra. En el fondo lo que este resultado demuestra es que es cierto que lo que se estaba gestando era una ley de autoamnistía y como los destinatarios de la amnistía no se han beneficiado como esperaban, han votado en contra. Ahora vuelta a la comisión hasta conseguir lo que sea necesario para que Sánchez continúe en Moncloa.

Pedro Sánchez demostró ayer que estaba dispuesto a dar casi todo. Pero le pareció excesivo terminar con los pantalones por los tobillos en la primera votación y el proyecto fue devuelto a comisión. Así se argumenta que no se ha cedido y se busca un nuevo camino para sí ceder el próximo día lo mismo que pedía Junts hoy. Como, mientras se negocia, Sánchez sigue en la Moncloa, tampoco le importa nada demorar.

Nogueras se negó a responder a la pregunta básica de Núñez Feijóo que le pidió que respondiera, aunque solo fuera con un gesto de la cabeza, si van a pedir la independencia. Se quedó inmutable. Ése es el valor de la representante catalana en las Cortes Generales españolas. Y aún así, como bien dijo Feijóo, Junts ha retratado a Sánchez. La aliada indispensable del Gobierno habló de «la justicia prevaricadora española». ¿Puede ceder ante eso el Gobierno? ¿Qué tiene que decir el ministro de Justicia? Prefirió guardar silencio. Porque éste es el partido con el que negocia y Gobierna Sánchez. Y cuando la portavoz de Vox, Pepa Millán, pidió a la presidente Armengol que llamara al orden a Nogueras por llamar prevaricadores a los jueces, la presidente del Congreso se dio mus.

Tampoco se ahorró Nogueras la ocasión de sacar al franquismo. Claro que cuando los independentistas lanzan esos ataques, siempre olvidan que, como demuestra el No-Do, Barcelona fue una de las ciudades más franquistas de España. Cuando el general Franco quería un baño de masas iba a ser aclamado a las ramblas de Barcelona y, cuando no iba, venía la junta directiva del FC Barcelona al Palacio del Pardo a darle la insignia de oro y brillantes del club. Por dos veces, la última en 1974, no en el apogeo de la dictadura. Pero para Nogueras eso es una invención de Madrid. Lo más grave de la intervención de Nogueras y también de la intervención de su colega independentista de ERC, Pilar Vallugera, no fue lo que dijeron, sino cómo lo dijeron: su tono agresivo hacia todos los españoles y la chulería de quien sabe que su chantaje se acabará imponiendo. Porque tienen agarrado a Sánchez por donde todos sabemos.

Francisco Aranda, diputado por Barcelona, intervino en nombre del PSOE y aseguró que lo que estábamos viendo es mejorar la convivencia. Una mejor convivencia en la que se insulta a la mitad de los españoles sin pestañear. Y tuvo delito que Aranda acusara al PP de torpedear investigaciones judiciales mientras sus socios de legislatura atacan con nombre y apellidos a los jueces de instrucción. Con un par.

Dada la trascendencia de lo que allí se debatió ayer fue increíble lo vacío que estuvo el banco azul. De los 24 miembros que tiene nuestro Gobierno asistieron al debate cuatro. La vicepresidente primera y dos o tres ministros. Ésa es la forma que tiene este Gobierno de respetar las instituciones.

Yo procuro ser optimista. Hoy no lo soy. Ayer se rechazó la propuesta de ley, pero creo que no hay la más mínima posibilidad de que Sánchez no se pliegue al chantaje de los independentistas a los que ya ha demostrado que cederá lo que sea necesario. Ayer ganó Junts. Lo que no le han dado en esta ocasión, se lo darán antes de un mes.

Como leyó Dante a las puertas del infierno «abandonad toda esperanza, los que entráis». No hay nada que hacer. Seguimos trotando hacia el abismo.