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Pecados capitalesMayte Alcaraz

De humillación en humillación

La sesión de ayer nos dejó imágenes y palabras impagables

A las seis y un minuto de ayer, Puigdemont humilló de nuevo a Sánchez. Una estación más en el calvario de un títere en manos de un extorsionador que maneja los hilos desde su dacha de Waterloo. Carles no se fía de Pedro. Puchi, un traidor consumado –primero con sus compañeros, que fueron a la cárcel y él escapó, y después con la nación de la que cobraba, contra la que conspiró con los emisarios de Putin– sabe bien de qué va aquello de que tu palabra valga menos que la calderilla del bolsillo. Por eso, ayer le retorció la muñeca a su rehén de Moncloa, para demostrarle tanto su extrema debilidad como que a sus votantes los puede engañar cuantas veces quiera –y se dejen– pero a los delincuentes, no.

Eso sí, no vayan a creer que el hecho de que el Congreso tumbara la ley es indiciario de ningún rapto de decencia de Pedro Sánchez, que tumbó las enmiendas de su aliado, no porque no esté dispuesto a darle lo que pida, sino porque introducir en esa aberración los delitos de terrorismo y alta traición era el camino más corto para que Europa la mandase a toriles. Bruselas no quiere ni media broma con Putin. Por eso, el auto del valiente juez Aguirre en el que apunta a un posible delito de traición por parte del forajido en los manejos que se trajo con hombres de la confianza del sátrapa ruso abrió ayer todos los informativos de las teles europeas. La injerencia de Moscú en el procés está más que demostrada y eso no se limpia con la bayeta multiusos de Moncloa.

Ahora tendremos por delante un mes para que Sánchez se avenga a blindar completamente a Puchi, con más cesiones, a la medida que le exija Nogueras a Santos Cerdán. No duden que, como son unos maestros en las fintas ilegales, PSOE y Junts llegarán a un acuerdo y la ley –robusta y sólida, según repetían en las teles del Gobierno– saldrá adelante. Es más, tampoco descarten que el sanchismo venda el relato de que no todo vale y la proposición de ley decayó porque todavía Su Sanchidad mantiene líneas rojas. Mentira cochina. El único dique es Europa y Sánchez no quiere tentar al diablo en Bruselas.

La sesión de ayer nos dejó imágenes y palabras impagables. Una energúmena llamada Pilar Valluguera, de ERC, era la metáfora perfecta de la naturaleza de los bueyes que llevan el carro de Sánchez. A gritos, insultando a España, a los españoles, vomitando mentiras como camiones sobre el supuesto carácter represivo de nuestras leyes, acusando de prevaricadores a los jueces españoles, conminaba a los de Junts a que votaran sí a la ley de amnistía porque, aseguraba, era el mejor punto de partida para volverlo a hacer. Para volver a delinquir. Le quedó decir aquello de más vale pájaro en mano (al pájaro Sánchez lo tienen bien cogido por el cuello), que ciento volando. No lo consiguió porque otra maleducada, de violento lenguaje y cara de odio, Miriam Nogueras, votó en contra junto a sus seis compañeros. La mano derecha de Puchi dirigió desde la tribuna su mirada a Gracita Bolaños, con el rostro de mármol, para recordarle que ni siquiera las cesiones vergonzosas del PSOE son suficientes frente a los jueces prevaricadores. Y les puso nombre: Aguirre, García Castellón, Marchena… Y el interpelado, ministro de Justicia para más bochorno, con más miedo que vergüenza, la observaba como quien recibe una reprimenda de su chantajeador, al que sabe que tiene que pagar el precio que pida, aunque pase por perdonar que un individuo haya dirigido a batallones de delincuentes para sembrar de violencia las calles y ha conspirado contra España y la Unión Europea con un enemigo de la democracia occidental.

El trío de malencarados lo completó el propio Sánchez, que llegó con la mandíbula desencajada, conocedor de que Bolaños no había conseguido nada y que por muy grandes que sean sus tragaderas, los separatistas siempre querrán más. Pero lo más esperpéntico fue ver a Oriol Junqueras, el corresponsable con Puigdemont del golpe de octubre de 2017, sentado como si fuera un senador romano en el Congreso, para bendecir el papel subordinado de su partido con el sanchismo. Y luego, para rematar el día de la vergüenza, el reo indultado se dedicó a dar lecciones de democracia en la carrera de San Jerónimo, mientras a Feijóo la servil Francina le cortó el micrófono y no atendió a la razonable petición de Pepa Millán, de Vox, de que se llamara al orden a Junts y ERC por los señalamientos a los magistrados.

De humillación en humillación.