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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Puigdemonov

Si Sánchez, para salvar su Falcon, culmina la amnistía de Puigdemonov y su banda de traidores, podría convertirse en un traidor más. O quizá, todo es posible, la conversión no sea necesaria

La Guardia Civil ha remitido al juez un manuscrito de Karlos Puigdemonov que prueba la participación de Rusia en el golpe de Estado de Katalonia. No se trata de una fantasía. Y el presente texto no está animado por un infantil ataque patriótico. Lo cierto es que Rusia jamás perdonó a España su derrota en la Guerra Civil. Ni a España ni a los suyos, porque Stalin fusiló a todos los generales y comisarios que envió a España para convertirnos en una república dependiente de la Unión Soviética. El primero en apercibirse de ello fue Churchill, que de la noche a la mañana se convirtió en un callado y eficaz colaborador de la España Nacional, la que ganó la Guerra Civil, como tan frecuentemente nos recuerda el cine español de los vencidos. La Guerra, pese al apoyo de la URSS, la ganó el bando del abuelo de Urtasun.

Es decir, que el fugado que tiene agarrado por el aceitunámen a Sánchez, el delincuente que ha redactado su propia amnistía, el cobarde que dejó a gran parte de los suyos a merced de la Justicia mientras él escapaba –con el permiso de Soraya Sáenz de Santamaría– en el maletero de un coche, es también un posible traidor. El presidente de la Generalidad de Cataluña, como lo son todos los presidentes autonómicos, es el máximo representante del Rey en su territorio. Nos lo cuenta Entrambasaguas en El Debate, y se ha publicado en otros medios, impresos y digitales.

Puigdemonov se entrevistó con el emisario de Putin Nikolay Sadovnikov. Y como es tonto, resumió de su puño y letra en un papel la oferta y las condiciones. El emisario Sadovnikov ofreció a Puigdemonov una fuerza militar de 10.000 soldados y 500.000 millones de dólares a cambio de que Katalonia se convirtiera en un paraíso fiscal de criptomonedas para Rusia. No han leído mal. Quinientos mil millones de dólares. Lo de la fuerza militar de 10.000 soldados se puede entender por la histórica indolencia bélica del independentismo catalán, criticada con su habitual mala uva e ironía por Javier Arzallus. El independentismo catalán siempre ha valorado más el dinero que le puede sacar al resto de España que su utópico sueño de nación independiente.

En el manuscrito de Puigdemonov, aparece el compromiso de un «Estado Protector» –Rusia–, y la legislación adecuada al nuevo modelo económico de Katalonia. Las reuniones de la carismática fregona –en ruso fregonova– y sus asesores con los enviados de Putin, se celebraban en Bélgica y tenían como objetivo el fraccionamiento y la desestabilización de España. Y Sánchez a punto está de amnistiarle con todos los traidores en el saco del perdón.

Los rusos, que esas villanías las hacen muy bien y no acostumbran a dejar huellas, no conciben la existencia de los apuntes del tonto. Sadovnikov ha quedado en situación de inservible. Un emisario-espía que permite a su interlocutor tomar apuntes mientras le ofrece 500.000 millones de dólares y 10.000 soldados de propina, no puede seguir amparando y ofertando golpes de Estado por el mundo. Sucede que ignoraba que la carismática Fregonova es de los que apuntan en su agenda: «Mañana tengo que levantarme, desayunar, lavarme los dientes y vestirme».

Si Sánchez, para salvar su Falcon, culmina la amnistía de Puigdemonov y su banda de traidores, podría convertirse en un traidor más. O quizá, todo es posible, la conversión no sea necesaria. Lo complicado es figurarse que aquellos que le votan, a sabiendas de su complicidad y perdón con los traidores, lo sigan haciendo. Contra un traidor se triunfa cuando es descubierto con pruebas documentadas. Contra siete millones de cómplices, poco se puede hacer.

A punto está de ser amnistiado.