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Aire libreIgnacio Sánchez Cámara

Horrible sesión parlamentaria

El Gobierno de España fue humillado. Por más indigno que sea Sánchez para gobernar España, no deja de ser nuestro presidente del Gobierno

No encuentro el más mínimo aspecto positivo en la sesión parlamentaria del martes que rechazó la ley de amnistía. Sé que hay quienes piensan que cualquier revés para el presidente del Gobierno es una buena noticia, que la Legislatura parece inviable y que, al fin y al cabo, el inicuo proyecto de ley ha sido rechazado.

Pero la ley no ha salido adelante no porque sea pésima y, seguramente, inconstitucional, sino porque no es suficientemente nefasta. El argumento del Gobierno, crítico con Junts, que les reprocha haber votado con el PP y Vox, no puede ser más estúpido. Dos pueden votar lo mismo, pero por motivos opuestos. Eso no les convierte en compañeros que van de la mano. No es que se lo crean; es que lo dicen para engañar a quienes padecen graves deficiencias intelectuales. El PP y Vox rechazan la ley porque les parece abominable. Junts, porque les parece insuficiente. Aunque hayan votado lo mismo, no coinciden en nada. Y luego esa tontería mediática de izquierdas según la cual la «derecha separatista» ha «tumbado» (este verbo les gusta mucho) la ley. Pues bien, esa «derecha separatista» es la que permite que Sánchez siga en la Moncloa. Ténganle el debido respeto.

Otro motivo de repugnancia ante la sesión del martes es que el Gobierno de España fue humillado. Por más indigno que sea Sánchez para gobernar España, no deja de ser nuestro presidente del Gobierno. Es verdad que la humillación fue buscada con denuedo. Es cierto que recibió el pago merecido. Es natural que el acreedor se apresure a ejecutar la deuda. Pero hay mucho de humillante para España y sus ciudadanos. En definitiva, es malo para España, que pierde crédito en la Unión Europea, y que camina decidida hacia el comunismo bolivariano.

Otra razón más. La ley saldrá adelante y empeorada. El Gobierno no va a caer porque Sánchez, a pesar de que lo ha negado, o, precisamente por ello, se dispone a aceptar las exigencias de Junts. Todo parece indicar que la vía prevista consiste en la modificación de la regulación del delito de terrorismo en el Código penal. Los delincuentes y sus amigos se apropian de la legislación penal. Uno tiende a pensar que, si la permanencia de Sánchez en el Gobierno dependiera del apoyo de la comunidad pederasta, la pederastia quedaría incluida en la ley de amnistía.

La sesión fue abominable también por las acusaciones insidiosas vertidas contra jueces con nombre y apellidos por parte de los aliados del Gobierno. Luego dicen que defienden la independencia del Poder judicial, pero gobiernan con el apoyo de quienes acusan a los jueces de prevaricadores. Incluso no ha faltado algún socialista que se ha unido al coro ignominioso. Y la presidenta del Congreso calla, permite y otorga. Es cierto que el ejercicio de la libertad de expresión de los parlamentarios es amplio, pero no carece de límites. Una cosa es criticar y otra calumniar.

La sesión fue una catástrofe política, jurídica y moral. No creo que el Gobierno se tambalee ni la Legislatura decline. Creo que hay dos, y solo dos, posibilidades de solución. Una doméstica; la otra europea. Las dos posibles, pero improbables. La primera, la reacción ciudadana. La segunda, la reacción europea ante decisiones opuestas a su derecho y a sus principios fundacionales.

El diagnóstico está claro para todo el que se decida a ver. Estamos ante un desafío comunista al Estado de derecho, y el PSOE se ha pasado a él y lo encabeza. Es la «antitransición». En la transición, el PC se puso del lado constitucional y quedó solo la ETA extramuros. Del franquismo a la democracia. Ahora, de la democracia al comunismo. La ETA cuenta hoy con el apoyo del PSOE, Sumar, Podemos y el separatismo. Jaque al Rey, a la democracia, al Estado de derecho, a la unidad nacional y a la libertad. Cada nueva jugada nos acerca más a la derrota. Cuanto más tardemos en reaccionar, más difícil será detener el proceso. España está todavía en nuestras manos. No sé por cuánto tiempo.