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LiberalidadesJuan Carlos Girauta

El hortera

La boñigosfera goza mucho con lo soez creyendo que provocan a alguien. Cualquiera con la edad suficiente ya viene provocado desde los sesenta, con genialidades realmente perversas

No me gustaría ser fiscal ahora mismo, teniendo que atender a la vez al principio de legalidad y al de jerarquía, que en el sanchismo suelen ser contradictorios. Lo propio del tiranuelo osado de todos los tiempos es someter al pueblo con desparpajo, como si sus excesos fueran lo más normal del mundo. En un momento campechano, el sociópata emitió una de sus más célebres e indocumentadas falsedades: «La fiscalía, ¿de quién depende? Pues eso». Sin semejantes deposiciones, capaces de asombrar a propios y extraños (de ahí el estrés de los propios), el sanchismo no sería el sanchismo. Sin ellas nada cambiaría en el plano ético: cometerían la misma violación sistemática de las leyes, acorralarían igual a la Justicia, se ciscarían lo mismo en el principio de igualdad, en el sometimiento de los poderes públicos a leyes y sentencias. Pero en lo estético, ay amigo, cualquier pesadilla sería mejor que los destellos bastardos de esta horterada. Nada puede empeorar el corte, la corte y la cohorte del traje vacío de la Moncloa, simbolizado en lo eurovisivo: se coge una vulgaridad y se convierte en política. El cuerpo de baile lo habrán sacado de la sauna del suegro.

La boñigosfera goza mucho con lo soez creyendo que provocan a alguien. Cualquiera con la edad suficiente ya viene provocado desde los sesenta, con genialidades realmente perversas. Lo que define al sanchismo es ignorarlo todo, también aquello, abusar y dedicarnos una hostilidad con efecto bumerán. Espera. Todo adornado con baile de barrio y caca, culo, pedo, pis.

—¡Zorra!
—¡Lo que ha dicho! ¡Me escandalizo!
—¡De eso se trata, ultra!

Los muy chorras están encantados de escandalizar a unos cayetanos que solo existen en su imaginación. No leen, no aprenden, se imitan entre sí, solo respiran al abrigo de su tribu linchadora, son tirando a cortos, y tan autoritarios como para merecer desobediencia civil y horizonte penal. Además, se agitan sobre este dudoso andamiaje cultural: una que decía que nos asustaban las tetas y otra con bailarines de sauna de suegro de falso doctor.

¿Hay maldad u horterada en el autócrata? Ambas cosas. Quizá lo más ofensivo sea el mal gusto, ese brillo como de gato chino que levanta la patita. Propongo a los del Ibex, siempre valientes, siempre con las luces largas, que exijan ya la edición especial y numerada de una figura de Lladró con Sánchez, sus ídolos eurovisivos, Armengol y los bailarines de sauna subidos a un atakebune (la marca vende mucho en Japón), con el líder cromatístico, digo carismático, señalando un horizonte elevado, cual nuevo Colón. Pero cambiando el índice por el corazón. Lo mejor es que el Cara al sol sea la alternativa única a la ética y estética sanchistas, resumidas en Zorra. ¿Cara al sol? La música no mancha, y entre los letristas están Ridruejo y Sánchez Mazas. A Sánchez ni le suenan, pero eran muy cucos. La descendencia ni te cuento. Como Lo País y la democracia misma, todo viene de franquistas. Pobre analfabeto funcional.