Los agricultores fachas
Detrás del desprecio a los manifestantes del campo subyace algo peor que el desconocimiento: la negación del otro
En su entrevista del lunes con García Ferreras, Pedro Sánchez sabía lo que hacía. Consciente de que ya no interesa, consciente de que todo cuanto legisla pasa antes por el tamiz de Carles Puigdemont, se limitó a dejar un mensaje polarizante aprovechando la canción penosa que vamos a llevar a Eurovisión: «Yo entiendo que a la fachosfera le hubiera gustado tener el Cara al sol».
Y se quedó tan ancho, como si no hubiera una amplísima gama de grises entre que no te guste Zorra y ser un nostálgico de José Antonio Primo de Rivera. Es más, de acuerdo con la óptica sanchista, no comulgar con el feminismo bailongo y excarcelador es señal inequívoca de padecer tardofranquismo.
Pues con las protestas del campo ocurre exactamente lo igual. Casi antes de que conociéramos sus reivindicaciones, desde el trompeterismo oficial corrieron a decir que detrás estaban Vox y la extrema derecha, como si el derecho de manifestación estuviera vetado para quienes no votan socialismo fetén. El secretario general de CCOO afirmó incluso que los que se estaban movilizando no eran trabajadores por cuenta ajena sino «empresarios del campo», de nuevo como si para echarse a la calle hubiese que llevar la Declaración de la Renta entre los dientes. Además, hay una diferencia crucial entre las reivindicaciones del campo y cualquier otra convocada por Comisiones y UGT: y es que quienes se manifiestan hoy están perdiendo dinero y gasolina cuando meten su tractor por la autopista, mientras que las de los sindicatos las pagamos entre todos. Hoy es un buen día para recordar que la asignación de los Presupuestos Generales del Estado para Comisiones y UGT es de 17 millones de euros anuales, el doble por ejemplo que la Casa Real y el doble de lo que percibían hace ahora cuatro años, cuando se les bajó el ardor guerrero aprovechando que ya no gobierna la derecha.
El problema de las protestas del campo para el sindicalismo tradicional no es que la encabecen presuntos empresarios o votantes potenciales de Vox, que también. Tampoco que ayer partieran la ceja a un agente de la Guardia Civil (pues están a favor de amnistiarlo cuando ocurre del Ebro para arriba). El problema es que los que se manifiestan piensan distinto a los que gobiernan, y que son los mismos que les doblaron la subvención y la mamandurria hace ahora tres años. Pero eso esconde una mentalidad perversa, pues detrás del desprecio a los manifestantes subyace algo peor que el desconocimiento. Es la negación del otro.