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El puntalAntonio Jiménez

La «sanchosfera» se topa con Europa

Aguardamos con interés las nuevas exigencias de Puigdemont y hasta dónde está dispuesto Sánchez a incurrir en más corrupción política

Dejó escrito Borges, no sin cierta benevolencia, que los peronistas no son buenos, ni malos, son incorregibles. Aplicado a Sánchez puede añadirse que no sólo es incorregible, sino también contumaz en su disposición para insultar la inteligencia de todos nosotros.

Quien en una entrevista a la Sexta afirma que el PSOE no critica a los jueces, que su mandato se singulariza por el respeto a la separación de poderes y a la independencia judicial y que la democracia española ha ganado en calidad desde que él gobierna, ignorando las muchas horas de fonoteca, videoteca y páginas en internet sumadas que acreditan con hechos todo lo contrario, es un cínico desvergonzado, obstinado e incorregible, que primero nos toma por idiotas y después nos ofende, por echárselo en cara.

Es todo un honor pertenecer a la «fachosfera» viniendo esa despectiva expresión de quien ejerce arbitrariamente el poder desde la parte del muro que integra a la «sanchosfera» y donde se citan la «golfosfera», la «infamiasfera» o la «autocraciasfera» , ecosistemas en los que Sánchez desarrolla su reprobable acción de gobierno.

La penúltima paradoja de la deriva autocrática emprendida por el personaje que lidera la «sanchosfera» le sitúa ante un dilema difícil de gestionar después de la decisión tomada por abrumadora mayoría por el Parlamento Europeo que insta a investigar a fondo las conexiones de Puigdemont con Putin. Resolución que expone la creciente preocupación de la UE por las injerencias de Rusia para desestabilizar a algunos de sus países, como España, utilizando el independentismo catalán.

Hemos llegado al punto absurdo de que mientras Sánchez se afana por blanquear a su socio y declararle impune ante la ley, Bruselas le ha tomado la matrícula para que sea investigado por sus relaciones con la mafia rusa y el Kremlin.

La amnistía se le ha puesto cuesta arriba a Sánchez y a la «marioneta de Moscú», que es como la prensa alemana califica a quien gracias a sus siete votos y a la irresponsabilidad de un político ávido de poder como el inquilino de la Moncloa, maneja los hilos de la gobernación de España desde Waterloo.

Puigdemont está siendo investigado por delitos de terrorismo en la Audiencia Nacional y previsiblemente, por más que se esfuerce el servil fiscal general del Estado por impedirlo, el Tribunal Supremo terminará asumiendo esa investigación al tratarse de persona aforada por su condición de eurodiputado.

Ahora, Bruselas insta a España para que también indague los contactos de Rusia con el separatismo catalán y pone a Puigdemont en el foco de las pesquisas mediante una resolución que viene a respaldar el trabajo del juez Joaquín Aguirre, un magistrado que sufre, como García Castellón, una campaña de acoso y desprestigio del entramado Frankenstein y en la que participan incluso los socialistas, como acreditaron contra el juez de la Audiencia Nacional, la vicepresidenta eco-comunista Ribera y el titular de Transportes, Óscar Puente.

La pregunta oportuna es si Sánchez, con la rotunda oposición de los fiscales a que se ignore el terrorismo y tras la iniciativa del Europarlamento, se atreverá a modificar el proyecto de amnistía que el propio Puigdemont devolvió a los corrales del Congreso por insuficiente, para incluir en el texto durante la nueva tramitación la exigencia de Junts de amnistiar todos los delitos terroristas y de alta traición , a pesar de los procesos judiciales en marcha.

Esa sería una línea roja casi imposible de traspasar, no tanto por Sánchez cuya disposición a sortear la Carta Magna está muy presente en su forma arbitraria de gobernar, sino por la advertencia que desde el TC le ha hecho su amigo Cándido Conde Pumpido sobre la dificultad de facilitarle en esas condiciones un dictamen favorable a su ley.

Lo contrario resultaría escandaloso e inasumible hasta para un alto tribunal de declarada obediencia «sanchista» porque dinamitaría definitivamente el debilitado Estado de derecho y empujaría a intervenir a la Comisión Europea.

Aguardamos con interés las nuevas exigencias de Puigdemont y hasta dónde está dispuesto Sánchez a incurrir en más corrupción política legislando a medida del prófugo después de toparse con el escollo de Bruselas y frente a la decidida voluntad de los jueces de no permitir su impunidad.